Vinland

Los norteamericanos de ascendencia anglosajona ven a las gentes hiperbóreas como parientes prestigiosos

Casi coincidiendo con la confirmación por parte de investigadores de la Universidad de Yale de que el famoso y controvertido mapa de Vinland -supuestamente trazado a mediados del siglo XV, con información procedente de un original anterior en el que ya aparecían territorios de Ultramar- es una sofisticada falsificación posterior a los años veinte del siglo pasado, un grupo de estudiosos ha logrado precisar con toda exactitud la antigüedad del efímero asentamiento de los vikingos en el Nuevo Mundo. Atestiguada por las sagas islandesas, la presencia de una avanzada nórdica en la isla de Terranova -en el lugar llamado L'Anse aux Meadows o ensenada de las Medusas- fue corroborada por evidencias arqueológicas que establecieron la probable correspondencia entre el pequeño poblado descubierto en 1960 y la colonia fundada por el explorador Leif Erikson, que junto a su reducida hueste habría sido el primer europeo en pisar América. El reciente análisis de radiocarbono en los anillos de los árboles permite datar en 1021, justo hace mil años, esa presencia ya conocida que no excluye la posibilidad de otros viajes o estancias de las inquietas gentes hiperbóreas, a las que muchos norteamericanos de ascendencia anglosajona ven como parientes prestigiosos. No deja de ser curiosa la fascinación que siguen proyectando, incluso en una época como la nuestra, tan poco amiga de la épica, los fieros guerreros escandinavos, que ya estuvieron de moda en los tiempos del arianismo y la nordomanía -según parece, el fraude del mapa no fue ajeno a las ensoñaciones raciales del supremacismo de entreguerras- y se han adecuado ahora a un patrón feminista que presenta a las mujeres vikingas -"fuertes, sanas y altas", dice un historiador entusiasta- como improbables pioneras de la igualdad de género. De este modo, mientras los activistas derriban las estatuas de Colón y el presidente de los Estados Unidos lamenta casi entre lágrimas el impío exterminio de los pueblos indígenas a manos de los crueles conquistadores españoles, olvidando el trato mucho más inhumano que recibieron en su país, los medios describen con arrobo a los héroes rubios o pelirrojos -nada que ver con nuestros bajitos renegridos y sanguinarios- que habrían formado una especie de edénica comuna en aquellos pacíficos albores del milenio. Lástima que no se quedaran, se dirán los lindos güeros, para regar con su valiosa sangre germánica todo el continente -drakkars en lugar de carabelas- y transmitir a los nativos sus admirables costumbres predemocráticas, tan alejadas de la inclinación latina a la corrupción y la tiranía. Qué importa la Historia, en fin, si podemos inventar historietas.

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