Jerez íntimo

Marco Antonio Velo

marcoantoniovelo@gmail.com

Vuelta al Carranza con metralletas de salchichón

Arriba, en el pabellón solitario del ordeno y mando -allí donde el oxímoron de la Memoria Histórica no da pie con bola en base a dos premisas: la ignorancia y el resentimiento-, un alcalde sigue haciendo de su pompa la antítesis de la ley popular de las ciudades más libres de la baja Andalucía. Con las bombas que tira el alcalde de Cádiz contra su propia idiosincrasia local, las gaditanas -vestidas de traje de piconeras inventado por Pemán- se siguen haciendo tirabuzones. Ignora el edil la máxima de Manuel Machado -quien sí era docto en sociología a las andaluzas maneras-: "Hasta que el pueblo las canta, las coplas, coplas no son, y cuando las canta el pueblo, ya nadie sabe el autor". Ídem ocurría para la práctica totalidad de los habitantes del sur del Sur nacidos de cincuenta años para acá -y no digamos nada para los integrantes de la generación millennial-: que el Carranza no era apellido de un señor desconocido sino nombre a nativitate de un templo amarillo de lealtad deportiva y sobresfuerzo heroico de camiseta defendida hasta la extenuación por un sentimiento -un pundonor- legado de padres a hijos "que es gloria bendita para los cadistas". El no meneallo hubiese favorecido el olvido impuesto por el paso del tiempo sobre la figura del político de la época franquista. Pero Kichi de nuevo demuestra que donde pone el ojo yerra la bala -¡otro tiro por la culata!- y ha arrojado sobre la figura de Ramón de Carranza el "donde no habite el olvido" como envés cernudiano. Por orden del señor alcalde se hace saber que Ramón de Carranza existió. El efecto contrario, el efecto boomerang, el efecto imperfecto.

Esto es tan así como el llanto de corazón encogido del gran presidente del Cádiz C. F. Manuel Vieira tras su elección como tal en asamblea celebrada entre las históricas paredes del Colegio de la Viña allá por 1958. Los gaditanos -su espíritu, su filosofía de vida- son definidos talmente como el título de la antología poética que Carme Riera dirigiera del grupo poético catalán de los 50 para Círculo de Lectores: 'Partidarios de la felicidad'. Y por esta razón no meten en ningún estribillo la imposible temática de la Memoria Histórica, a la que han dado merecido cajonazo en el día a día de sus penas y alegrías. En Cádiz se sabe que el funesto invento de Rodríguez Zapatero -permanente arma arrojadiza para azuzar el carácter cainita de la España como problema (advertencia y presagio de Unamuno, de Ortega, de Laín Entralgo)- no sirve sino para subrayar la frase de cierre del pasodoble que dio el primer premio a la comparsa 'Los cobardes' de Antonio Martínez Ares en la Gran Final del Falla de 2016: "No me quedan rincones, cómo se descompone, el Cádiz de mis recuerdos".

Sí: ahora se descompone la fonética de Carranza como seña de identidad de los chiquillos orgullos de un Trofeo de verano de universal renombre. Se descompone su grito de guerra en los despejes de Tarzán Migueli y de los aficionados ovacionando a los Pedrusco, Bolea, Miguel, Bake y Urdiales. Se descompone un vocablo que forma parte del habla generacional de la Tacita de Plata. Se descompone la denominación del sitio en el nostálgico timbre de voz de los aficionados que no habitan entre nosotros. Y se descompone su integración en la letra del himno oficioso del Cádiz de todas las metralletas de chorizo y salchichón de la chirigota 'La familia Pepperoni': "benditos sean los que llenan de esperanza, cada rincón, cada escalón de mi Carranza". Me han dicho que el amarillo está maldito para los artistas… Y tanto, ¡mamma mia! Kichi acaba de cargarse de sopetón la suprema rima de la obra maestra de Manolito Santander. ¡Y esto sí que es un atentado contra la memoria histórica sentimental y contra el patrimonio inmaterial de Cádiz y todos sus cadistas! ¿Estás conmigo, 'Sandokán' Juan José?

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