Descanso Dominical

Te buscaré en tu calle

Demasiado joven para morir, demasiado mayor para tantas tonterías

Hay personas con las que no basta una definición, por muy prolija que esta sea, para contarlas. Hace falta un tratado. Manuel era, es, una de esas personas.

Cogió las de Villadiego hace algo más de siete años, y desde aquel mes de marzo los inviernos en Jerez resultan más largos. Demasiado joven para morir; muy mayor para tantas tonterías. Brillante en sus coherencias y absolutamente magistral en sus imperfecciones, Manuel siempre iba una vuelta por delante. Muchos lo conocían por su apellido paterno -Molina-, por sus trajes Príncipe de Gales, por su humor cáustico, por sus noches en vela, por su pasión por su oficio. Muchos lo conocían. El periodista empezó a gatear en la casa que Radio Jerez tiene en la calle Guadalete, tomó hechuras en Onda Cero y en aquella mítica y descarada redacción del Jerez Información, se licenció en el gabinete de comunicación de Asaja, y se dejó el pellejo en el máster que fue Índice Comunicación, su pequeña gran empresa con sede en el centro de Jerez, su centro. De Ponce a Caballeros, brujuleaba entre sus calles como un zahorí, empapándose de cada centímetro, llevando en la solapa su jerezanismo bien entendido, disfrutando de su perfecto escenario para vivir, buscarse la vida, y también algunas veces sufrir sus vivencias. Parecía estar buscando constantemente su lugar, parecía no encontrarlo nunca, y, sin embargo, siempre tenía espacio y tiempo para los demás. Me temo que sufrió más de lo debido, aunque sé que sólo lo hizo conscientemente con el fútbol. Era del Atleti y del Industrial.

Su principio y su fin fue Jerez. En sus crónicas, artículos, eventos y publicaciones siempre puso a su tierra por delante. En su vida siempre puso a su tierra por delante. Ojalá poder pasear alguna vez por una calle que lleve su nombre, la calle Periodista Manuel Molina Rosado, y poder contarle a mi hija que era un hermano y que no muchas veces nacen personas tan extraordinarias. Es hora de plantearlo formalmente al Ayuntamiento. Digo yo que si en el callejero de esta muy noble, muy leal y muy ilustre ciudad hay sitio para el lichi y el kiwi -que lo hay- seguro que también podemos encontrarlo para alguien que pensaba que un día fuera de Jerez es un día perdido, como dijo Jaime González-Gordon. Quiero pensar que en esa calle nos reuniremos algún día su familia y los de su pandilla, sus amigos, que practicamos con su recuerdo a menudo. La mayoría de las veces lo hacemos con una sonrisa, celebrando la suerte que tuvimos. En alguna ocasión también apretando los dientes y queriendo ajustar cuentas con el cielo. Porque todavía escuece mucho la bofetada que el destino nos dio a traición aquel 16 de marzo, pero, al menos, podremos ir a buscarlo a su calle.

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