OTRA de las -pocas- cosas buenas que va a traer la crisis: la reducción de las cifras de abandono escolar y la revalorización de la Formación Profesional. Dios escribe recto con renglones torcidos o no hay mal que por bien no venga, como quieran.

La crisis, en efecto, está produciendo un reajuste en el sistema educativo español en la dirección que los expertos vienen reclamando sin que la sociedad les haya hecho mucho caso ni la autoridad se haya dado por aludida, dirección que implica más tiempo de permanencia en las aulas y más alumnos dedicados a aprender un oficio.

En los años de bonanza económica los muchachos no han sentido la necesidad de proseguir sus estudios más allá de la enseñanza obligatoria. Era fácil incorporarse a un mercado laboral necesitado de mano de obra abundante y no cualificada y empezar a ganar dinero bastante pronto, situación compatible con la permanencia en el hogar familiar. Tener asegurado, a la vez, el cobijo y el sustento de la casa paterno-materna, la libertad para moverse a su aire y un salario para los gastos propios fue considerado por muchos como un chollo. Era un horizonte atractivo que propiciaba la deserción escolar en masa (más del 30% de abandono).

Eso está cambiando. Con la recesión merman las posibilidades de encontrar incluso trabajos temporales y se hace presente una vieja verdad antes olvidada: el desempleo afecta más a los menos preparados. En lo que va de año el paro en la franja de edad entre 25 y 29 años alcanzó al 29,5% de los que solamente cursaron la ESO monda y lironda, frente a un 20,4% de los que hicieron bachillerato o FP y el 13,8% de los que se esforzaron hasta sacar un título superior. El espejismo de un curro rápido y sencillo, para el que basta saber leer y escribir y las cuatro reglas, se ha roto.

Las cifras las acaba de dar el ministro Gabilondo. Para el curso que empieza los crecimientos de alumnado más sustanciales en todo el sistema educativo español se han producido en la FP de grado medio (4,7%), la FP de grado superior (5,3%) y FP a distancia (15%), aparte del 51% más que se han incluido en los llamados programas de cualificación profesional, que proporcionan una cualificación rudimentaria a los chavales de dieciséis años que muestran signos inequívocos de que no lograrán el título de ESO por la vía ordinaria, es decir, hincando los codos.

Si los padres abandonan por fin la obsesión universitaria (¿acaso no se puede ser feliz sin pasar por la Universidad?) y se obsesionan más bien por que sus hijos no dejen tan pronto de estudiar y se hagan menestrales cualificados, saldremos ganando.

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