EL Gobierno andaluz de José Antonio Griñán afronta ahora su primer curso político pleno, en el que deben comenzar a tomar cuerpo las nuevas políticas de impulso anunciadas por el presidente en su discurso de investidura. Y son, básicamente, dos: la mejora del sector educativo y la implantación de un clima favorable a la inversión. Aparte de las declaraciones del presidente y su consejera sobre la necesidad de un gran pacto educativo entre todos los sectores, lo que sin duda es necesario, poco más se sabe y, de lo segundo, es cierto que en Andalucía se están dando pasos mucho más seguros que en Madrid para lograr un acuerdo de concertación social entre empresarios y sindicatos. La Junta acaricia ya un nuevo pacto que, no obstante, debería ir más allá de un instrumento para conseguir la paz social en la calle mediante la financiación pública de los agentes sociales. El Gobierno parece decidido, por otra parte, a abordar e incluso cerrar las nuevas leyes que transferirán más competencias y fondos a los ayuntamientos, aunque los problemas presupuestarios d e los municipios no se aclararán del todo hasta que esto se aborde a nivel estatal. Pero el gran reto del Ejecutivo andaluz será cómo navegar en los duros meses de crisis que aún restan. El otoño va a venir marcado por ello, y en especial por otro aumento significativo del desempleo, que en Andalucía se puede acercar peligrosamente al millón de parados. Los presupuestos que prepara el Ejecutivo andaluz sólo salvan del recorte la educación y los servicios sociales, si bien mantendrán intactos algunos programas de sustento del empleo, como el Proteja, un plan propio que refuerza los efectos del Plan E. José Antonio Griñán va a tener que emplearse a fondo durante este curso; su estreno viene absolutamente condicionado por la crisis. Hay que exigirle voluntad de pacto e inteligencia para fomentar sectores económicos alternativos, a la vez que no puede dejar, ni mucho menos, olvidado el turismo ni tampoco la construcción. La oposición del PP también debería interiorizar que son momentos excepcionales donde ni la crítica por la crítica ni la negativa a llegar a acuerdos tienen ahora lugar.

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