María Antonia Peña

La democracia en América

El guarán amarillo

03 de junio 2024 - 00:00

La noticia de que el expresidente Trump ha sido condenado por la friolera de 34 delitos me ha pillado en Estados Unidos. Aparte del parloteo de los medios de comunicación, reconozco con estupor que no he notado conmoción alguna en las calles. Al puritanismo norteamericano no le importan tanto las conductas de adulterio y prostitución como su exhibición pública y, probablemente, en una sociedad en la que todo es susceptible de transacción, muchos han considerado muy normal la compra del silencio. El que la justicia estadounidense haya funcionado frente a un poder tan grande no es mala noticia y tiene hasta tintes peliculeros. Parece que, frente al rigor de la ley, no han servido de mucho esos prestigiosos bufetes de abogados que contrató el millonario. Los he visto anunciados en las vallas publicitarias de las carreteras, con sus eslóganes motivadores y sus guapos abogados con tupé y aburridos trajes de Armani. Pero no hay que engañarse: el condenado no irá a la cárcel, podrá presentarse a las elecciones y, si las gana, podrá presidir el país.

Los padres de la patria y el propio Tocqueville nos engañaron y llamaron democracia a un liberalismo disfrazado. La “democracia de América”, sostenida por una constitución trasnochada y con casi dos siglos y medio de vida, tiene gruesas vías de agua en su casco: por ejemplo, en su sistema electoral, anacrónico, indirecto y confuso; no menos en su frágil dimensión social, golpeada por el abandono de lo público y caracterizada por la desprotección de los débiles. Las contradicciones son tan flagrantes que se antojan impúdicas: en un país envejecido política y demográficamente, que necesita ingentes cantidades de mano de obra extranjera, proliferan discursos contra la inmigración; en un país azotado por la delincuencia y los tiroteos indiscriminados sobre inocentes, la gente vota a favor de la tenencia incontrolada de armas. La inflación galopa sobre salarios sin mínimo que hay que compensar con propinas escandalosas y convive con el despilfarro y el desperdicio. En el clímax de esta sociedad consumista –ávida de bebidas azucaradas, snacks y bollos cubiertos de azúcar glass– aflora un gran problema de salud pública: un 42% de la población adulta padece obesidad. Entre tanta lorza quizás también se oculten la infelicidad y uno de esos AR-15 que poseen nada menos que 16 millones de ciudadanos. En el país de las oportunidades y la libertad, los sin techo dormitan en las aceras y para poder tomarme una cerveza ayer me pidieron el pasaporte.

Ha comenzado a llover y cae la tarde en esta vieja nación de naciones, en esta inmensa coctelera de afrodescendientes, latinos e irlandeses en la que se ha diluido durante siglos la sangre de indios y criollos. Conquistadores conquistados y colonos colonizados que aún se buscan a sí mismos sin encontrarse. Cierro el ordenador y me voy al aeropuerto para volver a la vieja Europa. No valoramos lo que tenemos hasta que lo perdemos… aunque sea por solo cinco días.

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