Lejos de mí llamar «estúpido» a nadie, pero es lo que tienen las citas, aunque sean al sesgo, que te hacen decir cosas que tú no dirías del todo ni pensándolas. Se sabe de dónde viene el famoso dictum. "La economía, estúpido" fue la frase con la que Bill Clinton remontó sus elecciones contra Bush padre. Proponía centrarse en el dinero y los asuntos domésticos, en la acepción más crematística de la palabra. La creación, en realidad, se debe a James Carville, el Iván Redondo de Clinton, y se ha convertido en el eslogan de todos los políticos que se conforman con sortear las crisis.

También es el lema de la casa de los comentaristas políticos que suspiran aliviados al ver que Sánchez ha colado en su gobierno a dos valedores de la ortodoxia financiera: José Luis Escrivá y Nadia Calviño. Que suspiren los mercados y los agentes de Bolsa y de seguros es lógico y no les llamaría "estúpidos" por hacer lo suyo. Nosotros, en cambio, si no queremos ser llamados "ingenuos", no podemos caer en la trampa. Por supuesto que preferimos, si nos dan a elegir, no arruinarnos de inmediato. Pero el peligro del gobierno sociopodemita viene de otro ángulo, por convencimiento y por necesidad.

Por convencimiento, quieren transformar la sociedad y revolver nuestros criterios éticos y nuestras relaciones familiares. Estamos inmersos en un proceso revolucionario 2.0, más interesado en las almas que en los procesos productivos. La ideología de género, el intervencionismo educativo y el lenguaje políticamente correcto no son adornos florales del progresismo, sino su exhaustivo programa de trabajo. Envidian nuestra libertad interior y nuestra moral más que la libertad de mercado y la propiedad privada.

Que, sin duda, también, si pudiesen. Pero los mercados no toleran esas bromas y la Unión Europea en esto es estricta. Sánchez hará todo lo posible porque no se le caiga el tenderete económico. Sabe bien que es la conditio sine quae non para desarrollar su programa ideológico. Los precedentes socialistas son claros: han perdido siempre el poder por los bolsillos. Otra cosa es que Calviño y Escrivá consigan cuadrar las cuentas porque el socialismo tirará al todo el monte es orégano en el capítulo del gasto, y más con Podemos dentro, como un niño díscolo, pidiendo su paga semanal. Nosotros, mientras tanto, haríamos bien en no suspirar de alivio: vamos a necesitar todo el aire en nuestros pulmones.

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