Jesús Benítez
David Gilmour, alma viva de Pink Floyd
Cambio de sentido
Dice mi amiga la precavida que, antes de echarse novio, hay que pensar qué tal ex será después. Sabia ella. Los exs, a diferencia de los enamorados, son para toda la vida. Debe de ser una tortura china tener un ex ideoso; o peor aún, convertir su recuerdo en un fantasma que espanta el porvenir y arrastra sus cadenas por el dormitorio.
Vaya exs nos han tocado. No me refiero a ex parejas sino a nuestros más veteranos y antiguos presidentes del Gobierno Felipe González y José María Aznar. Qué exuberancia. Comienzo a pensar que los ex presidentes existen para darle un puntito de exotismo a la plomiza vida política. En estos días, Aznar ha salido de la cripta para ir a ponerse farruco ante la comisión del Congreso que investiga la financiación ilegal del PP, y para charlar con su compadre Felipe González. En casos como éstos, echo mucho en falta la pluma de Valle-Inclán untada en su tinta cáustica. Más que hablar ex cátedra, Aznar usurpa la venia que sólo consentimos a nuestras majestuosas abuelas: la de decir sin filtro y soltar cuatro frescas. Ya quisiéramos aquí que la voz de la experiencia hablara sin gallos, y contar con viejos prodigio -mucho más interesantes que los niños ídem-, o al menos con un Pepe Mujica que viva en un bohío sin puertas giratorias. Ni Aznar ni González tienen pinta de casandras a las que Troya desoye, ni de sénecas al filo del último baño, ni de sócrates que aguijonean Atenas. Ni siquiera parecen hombres por fin libres del personaje que interpretan, que reconocen sus errores y se alegran por lo bajo del bien que hayan hecho. Eso sería suficiente.
Al contrario de lo que sucede con los exs en el amor, los ex más recientes de la política parecen más humildes y entrañables. Será porque aún les huelen a chamusquina los perniles, o quizá porque los actuales de su partido tardarán en retratarse con ellos, avisarles para los convites y pasarles la mano por la chepa, como si acaso el carisma se contrajera por ósmosis. Bien saben los presidenciables que los ex ganan con el tiempo y su dulce vino de olvido.
Pero lo que peor llevo de los exs es el discurso miope y machacón de que ellos y los de su tiempo fueron quienes lo hicieron fetén y que los de ahora son todos tontos. Que izquierdas, las de antes; que derechas, las de antaño. Que qué tiempos aquellos, qué históricos, qué risas, jo. Y no ése con el que estás ahora. En esto sí que se parecen -qué cruz- los ex novios a los viejos gerifaltes.
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