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A medio siglo de distancia de su muerte, trazar un perfil riguroso de una figura tan heterodoxa como la de Ennio Flaiano es una tarea ardua. Escritor perezoso, como nuestro Camba, y brillantísimo guionista, como nuestro Azcona, con el que llegó a colaborar, navegó también en las aguas revueltas del periodismo de los años treinta. Aunque algunos se empeñan en reducir su producción literaria sólo a un puñado de frases ingeniosas, lo cierto es que muchos de sus aforismos han entrado, por derecho propio, en la historia de la cultura popular italiana: "La situación política es grave, pero no seria", "Confía tan poco en el futuro que ya sólo hace proyectos para el pasado", "El tráfico ha hecho imposible el adulterio en las horas punta".
Romano por elección -llegó a la capital desde su Pescara natal a los 12 años, en un tren repleto de fascistas que se sumaron a la llamada de Mussolini a marchar sobre Roma-, desarrolló su carrera a la orilla del Tíber. Fue allí donde conoció a otro ilustre (no) romano, Federico Fellini, con quien colaboró en diez películas, aunque su historia, como era previsible, acabó de mala manera. Fellini le contó a Tullio Kezich, su biógrafo, aquel primer encuentro con Flaiano: "Entró a curiosear a nuestra redacción a las tres de la tarde de un día de verano. Llevaba un traje de lino blanco muy llamativo. Pidió permiso y se quedó mirando las viñetas y las caricaturas que estaban colgadas en las paredes. Yo me presenté y le dije que le admiraba muchísimo, pero no era verdad". Algo más de una década duró il sodalizio entre dos genios complementarios a los que separaba, sin embargo, un abismo cultural. Fellini era un bon vivant intuitivo y barroco; Flaiano, un intelectual contenido y pesimista. En La dolce vita, su obra maestra, ambos compusieron el cuadro de la Italia decadente del boom económico, una sociedad superficial y mezquina, opulenta y sin valores, que retrataron con crueldad y sarcasmo, pero también con una pizca de humana ternura.
Como ha escrito Milagro Martín Clavijo, profesora de Literatura Italiana de la Universidad de Salamanca, "es el humor el instrumento que Flaiano utiliza para descomponer, desordenar, deformar sistemáticamente la realidad y, de esta manera, arrojar luz sobre el lado serio y doloroso de la existencia". Al fin y al cabo, en la vida de un hombre, los días que merecen la pena son sólo cinco o seis: los demás hacen bulto. Palabra de Ennio.
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