Las medidas que cada cual en su casa toma para el buen funcionamiento de su hogar no son nada criticables. Más bien son respetables. Pero todo lo que se hace de puertas hacia fuera, en la comunidad de vecinos, en la asociación parroquial, en la asociación de vecinos, en las del club de futbol base, la de los distritos, ayuntamientos, diputaciones y demás maneras que tienen esta gente de bien de asociarse para arreglar las cosas debe ser cuidado. No parece claro que las instrucciones que deben tener para planificar sus cuitas y los estatutos que limitan los objetivos y las finalidades a desarrollar lleguen a estar muy presentes en las premisas que estos dirigentes voluntarios siguen para sus actuaciones del día a día. De ahí la larga lista de desordenes que vemos a diario en prensa, informativos y redes sociales. Un espectáculo hiperactivo de miles de casos sin criterio a la hora de saber gestionar asociaciones, comunidades o países. Ministrables que llegan a puestos de poder para trabajar y dimiten por razones de la prensa amarilla, escuchas telefónicas que salen con intereses de todo tipo que huelen a cloacas del estado, bombas humanas que solo matan lo que deben, maniobras de los partidos para conseguir votaciones en contra de los otros e incluso adelantos y atrasos electorales que en lo que menos piensan es en los votantes. Algo está pasando en los cimientos de este sistema, alguien está meciendo la cuna de manera equivocada. Cuando vemos a diario gente joven chuleando en manadas, un machismo exacerbado aumentando las estadísticas de ingresos femeninos en los tanatorios, una sexualidad insana que parece haber vuelto a las relaciones de pernada de la edad media, y una mala forma de entender el respeto a los demás, es cuando deberíamos hacer lo imposible para que los psiquiatras sean elevados a la categoría de gurús de nuestro siglo.

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