Carlos Colón

Donde habitó la emoción

La ciudad y los días

Despierte su memoria de los cines, las películas que en ellos le deslumbraron y los caminos de vuelta

05 de agosto 2023 - 00:15

Ni usted ni yo tenemos el talento de Peter Handke, de quien ayer les ofrecía una selección de su artículo dedicado a las antiguas salas en las que “el cine era en otro tiempo una singularidad, una magnificencia”. Ni usted ni yo, porque su prolífico talento le ha permitido dedicarse al cine como director y guionista además a la de novela, el teatro y el ensayo, hemos dirigido películas como La mujer zurda o escrito el guion de Cielo sobre Berlín para su gran amigo Win Wenders. Pero no hace falta tener su talento y su controvertido Nobel para haber sentido lo mismo al ser deslumbrado por una película que quedó para siempre unida al cine en que la vimos y al camino de vuelta que, presos del embrujo de lo que habíamos visto, era igual y a la vez distinto, familiarmente cotidiano y a la vez transfigurado.

La pérdida de las salas históricas de cine no solo supuso la de un importante patrimonio arquitectónico, sobre todo la de un lugar (las salas de centros comerciales son un no lugar) que unía las películas y la sala en que se veían. “Todo cine encarnaba un lugar… Para mí entonces eran una misma cosa el cine y las películas” escribía Handke. Por eso él, como usted si tiene los años suficientes y yo que desde luego los tengo, recordaba dónde y cuando vio La noche, El hombre que mató a Liberty Valance, Accatone o Mamma Roma, y qué sintió después, embrujado por ellas en su camino de regreso por las calles transfiguradas por la impresión de lo que había visto. La pérdida de las salas supone también la de una memoria –cuando y donde vimos cada película– anclada a un lugar concreto de la ciudad, con sus recorridos de ida y vuelta.

Avive usted el seso y despierte su memoria de los cines, las películas que en ellos le deslumbraron y sus caminos de ida y vuelta. En la mía están unidos para siempre –entre otras muchas– Ben-Hur o El Padrino al Imperial, West Side Story al Florida, Fellini ocho y medio, Petulia o El silencio de un hombre al Rialto, 55 días en Pekín o My Fair Lady al Llorens, La conversación al Emperador, “Monte Walsh” al Palacio Central, Lawrence de Arabia, La mujer maldita o El mensajero al Cervantes y Mamma Roma, quizás la impresión más fuerte que haya recibido en un cine, al Trajano. Porque todo cine encarnaba un lugar, y ellos y las películas eran una misma cosa. Y ahora habita el olvido donde antes habitó la emoción.

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