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Opinión

Pepe Marín

Se imparten clases de flamenco, online

COMO las circunstancias –en la actualidad tienen un nombre: coronavirus- obligan, es preciso que cada cual, desde su responsabilidad familiar o profesional haga frente a la siniestralidad que la misma está causando; así, por citar una de las muchas actividades que desde hace aproximadamente un año se ha visto afectada, la enseñanza del baile flamenco -como su ejecución misma junto al cante y al toque de guitarra-, está sufriendo lo indecible a fin de capear el temporal.

Tal es así que, la gran mayoría de las responsables de la enseñanza del baile se ve en la necesidad de impartir las clases siguiendo el sistema online al no encontrar alunmas/os dispuestos a recibir dicha enseñanza presencialmente. Desde luego esta última fórmula, la de siempre, la que se imparte en la academia es la idónea; la otra, la del alumno o alumna en su casa ante la pantalla y la maestra en su lugar de trabajo, si, pero no. Claro que el que no se consuela es porque no quiere.

Esta no es la solución, pero hasta que la normalidad vuelva a reinar, es una manera de no perder el contacto que se establece entre la alumna/no y la enseñante. Así transcurren los días lo mismo en las academias oficialmente constituidas como en otros escenarios –peñas flamencas, asociaciones culturales, vecinales, recreativas etc.-. Aquellas, las que tienen sede, se agrupan en la recientemente constituida Asociación Profesional de Escuelas de Baile Flamenco –cuya presidencia la ostenta la bailaora María José Franco-.

Claro que si bien el número de academias o escuelas en Jerez es importante, también es cierto que muchas de las hoy enseñantes comparten los conocimientos adquiridos en sus años de alumnas, ampliados posteriormente como profesional bien en solitario o como perteneciente a alguna compañía o agrupación. La reseña que quiero destacar no se circunscribe estrictamente a las profesionales de la enseñanza, pues todas ellas, asociadas o no, persiguen un mismo ideal: la imperiosa necesidad de manifestarse a través del baile, “su” baile, alternando la enseñanza con su propio trabajo creativo en los escenarios. Me vienen a la mente nombres como María del Mar Moreno, Manuela Carpio, Carmen Herrera, Ana María López, Domingo Ortega, María Vargas (hija de Ángel Vargas), Chiqui de Jerez, Patricia Ibáñez, Macarena de Jerez, María José Jaén, Tatiana Ruiz, Juan Parra… Cada una y cada uno busca la manera de realizarse mostrando la profunda complejidad del baile, lo que éste tiene de misterio, de rito…

De ahí, de ese todo saldrán con el correr del tiempo, con el estudio, profesionales y maestras/os a tres de los cuales quiero referirme en esta exposición, significando que en ellos va el reconocimiento a todos/as que han sido: maestra indiscutible, Angelita Gómez –que si siendo niña fue alumna, con el correr del tiempo llegó a convertirse en la maestra con mayúscula que felizmente continúa siendo y que anualmente es pieza insustituible en el Festival de Jerez. Por cierto que, el anual acontecimiento que programa el Teatro Villamarta va a ser presentado oficialmente el día 10 de marzo, confiando en que con las limitaciones impuestas por la pandemia pueda celebrar su XXV edición en la inmediata primavera, recuperando el espacio de tiempo de sus tres primeras ediciones –abril-mayo-.

Quiero igualmente destacar el nombre de Fernando Belmonte, hoy prácticamente olvidado después del homenaje que en el coliseo jerezano le ofreciera el que posiblemente haya sido su mejor alumno, hoy uno de los nombres más destacados del panorama bailaor: Joaquín Grilo. La tercera figura a la que quiero referirme en mi homenaje nos dejó definitivamente hace años: Cristóbal “El Jerezano”, con quien compartí escenario en Jerez, Sevilla y Cádiz. Para ellos, Angelita y Fernando mi abrazo más emocionado, para Cristóbal el cariñoso recuerdo de amigo.

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