Jerez íntimo

Marco Antonio Velo

marcoantoniovelo@gmail.com

Cuando juega un equipo de Jerez...

Una de las clásicas alineaciones del Xerez Deportivo de los años 80.

Una de las clásicas alineaciones del Xerez Deportivo de los años 80.

La práctica totalidad de mis compañeros de EGB eran forofos de dos equipos de fútbol a la misma vez: uno local -entonces Xerez Deportivo o Jerez Industrial (y viceversa)- y otro de los considerados “más que un club” a nivel nacional: a elegir por lo común entre la entidad multideportiva merengue con el icónico estadio Santiago Bernabéu como terreno de tardes de gloria y leyenda o el azulgrana de los miles de culés que aquellas calendas fichaba al pelusa Maradona como estrella en ciernes y piernas ya aseguradas por cantidades astronómicas. Recuerdo que quien esto escribe encarnaba algo así como la excepción que descomponía la regla del común de mis amigos de aquella clase que olía a libros nuevos de Senda -de Educación Santillana-, Catecismo Escolar con vibrantes colores de la cubierta, Ciencias Sociales o Ciencias Naturales de editorial Bruño o el dichoso Cálculo tan pertrechado de mareantes operaciones matemáticas que parecían la metáfora gráfica de un aquelarre de números conjurados contra ti.

Decía que mi caso podría considerarse atípico -a semejanza de otros contados chiquillos vecinos de pupitres y gomas de borrar Milan- porque el primer club de este servidor era -y lo seguirá siendo hasta que la muerte nos separe porque “el equipo de las rayitas blancas y azules no desaparecerá nunca” (como alguien que yo me sé comentara cierta vez a un adolescente Eugenio Vega Geán en la calle Fontana)- el Jerez Industrial y… segundo, y siempre por este orden, el Xerez Club Deportivo. Hablo de años de mi tierna infancia. Ya en tercera posición campaba a sus anchas el Real Madrid -cuya plantilla se acunaba entre quienes, por razones de edad, se batían en retirada y aquellos otros valores al alza de idéntica generación: la Quinta del Buitre. En pugna quizá con el equipo que mejor fútbol -estilismo de un preciosista toque de balón- practicó en España durante algunos años de la década de los 80 bajo las órdenes de Leo Beenhakker: el Real Zaragoza de Barbas, Vitaller, Amarilla, Güerri, Señor y Valdano e incluso Pardeza -otros, como Víctor Muñoz o Pichi Alonso ya formaban parte del Fútbol Club Barcelona-. Todos ellos dignos sucesores, andando las décadas, de la mítica delantera del Zaragoza de los años 60: ‘Los cinco magníficos’ o ‘Los magníficos’ a secas -cuya alienación toda España enumeraba de memoria y carrerilla-: Canario, Santos, Marcelino, Villa y Lapetra.

Mi difunto padre convirtió la jornada de los domingos en una dermis de orgullo de pertenencia. Desde los escalones duros del Estadio Domecq. ¡Qué ilusión aquella frase encendida de emociones cuya respuesta infantil ya se daba por hecha: “¿Queréis ir al fútbol?”. El sentimiento que proyectábamos sobre los equipos de la ciudad era de Hermandad. Jamás concebimos en casa una cruenta rivalidad entre los equipos de Jerez. Sino muy al contrario, una especie de hermanamiento, de familia azul y blanca con dos hijos a cuyos esfuerzos competitivos había que apoyar cada domingo del Señor.

Esta doble defensa de nuestra causa no era del todo entendida por algunos amigos íntimos -que aún lo son, como Dios manda- del colegio. ¿Verdad que sí, Ismael Rosado Camacho? Es cierto que primeramente por nuestro cuerpo corría sangre industrialista. Pero con el Xerez Deportivo también íbamos a muerte en esa alternancia tan bella de domingos ofreciendo los cánticos y los gritos de niños con el pundonor a flor de piel en aras de todo club que representara a la ciudad. Aquí no tenían patente de corso ni el cainismo ni el enfrentamiento por dos instituciones de esta bendita tierra. A las memorables tardes de magia y aventura futbolística del Domecq se sumaban -haciendo doblete- algunas mañanas de arena al viento en pro de un CD Soberano jugando a ras de nuestras miradas en las instalaciones de Don Bosco, sito en los pagos de Icovesa. Por cierto, por razones obvias, el equipo del Soberano -tan exquisito en la prelación de la deportividad como norma común- fue pionero en lucir publicidad sobre el pecho de sus camisetas rojas.

Hoy publicamos una fotografía del Xerez Deportivo de los años ochenta. Con jugadores –“muy buenos peloteros”, decían nuestros mayores- dotados de una calidad técnica extraordinaria; ¿Quién no recuerda aquellos imposibles pases largos en diagonal de Torres? ¿O cómo corrían la banda los laterales Suárez y Perdigones? ¿O cómo alejaba Rivas el peligro de las inmediaciones del área? ¿O el equilibrio de Queco con el balón en los pies? Defendamos siempre -a ultranza, con uñas y dientes- a todos los equipos de nuestra localidad. Sea cual fuere su denominación. A todos nos debemos. No se trata de chovinismo sino de ADN. Cuando un club de Jerez comienza un partido me sobreviene a la cabeza el verso propicio de Gerardo Diego: “¿No sientes en tu planta el tirón de las raíces?”.

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