Jesús Benítez
David Gilmour, alma viva de Pink Floyd
La Hermandad de la Estrella -la del balcón celeste para Fernando Molero y para Antonio Morales- ha de estar plenamente satisfecha a resultas de la brillantez de los actos organizados con motivo de la Coronación Canónica de su Amantísima Titular. El hermano de la Salle Virgilio Rojo Moreno -un crack de persona, un fuera de serie, un ser de cercanías, una institución para generaciones de niños lasalianos, la encarnación viva del espíritu del santo de Reims- me lo comentó antier sábado tras la matutina solemnidad de tantísimas emociones derramadas incontinenti. Allí, a los pies de la Virgen ya coronada canónicamente, quiso asegurarme el preclaro hermano visitador por antonomasia: “Esto ha tenido calidad de Vaticano”. No cabe resquicio a la duda. Cuanto se vivió en la Santa Iglesia Catedral, apenas entornásemos la mirada hacia nuestro interior, enseguida nos sumía en un bálsamo espiritual. La Junta de Gobierno ha dado el do de pecho. Ha trabajado a destajo. Gratis et amore. A pleno pulmón. Suministrando coherencia -y conocimiento de causa- a la estructura organizativa. Luz y taquígrafos sobre el más significativo detalle. Mimo y repaso. Toda la carne en el asador. No cabía otra tentativa. Incontables deshoras para la pulcritud de la necesaria planificación previa. Una Hermandad es cuestión de tantos que en efecto llega a serlo de todos. Muchísimos hermanos han depositado su granito de arena. Los máximos representantes no han titubeado. Las últimas semanas sin mirar el reloj mañana, tarde, noche y madrugada. Descartando los fines de semana para el asueto familiar. A Dios rezando y con el mazo dando. A medida que íbamos avanzando trechos, tramos, calles del itinerario en la triunfal procesión de regreso, Cristina Ramírez, oficial de Junta, me confesaba este derroche de ímprobo trabajo -un tute a conciencia- del Cabildo de Oficiales.
La Coronación de la Estrella ha generado además todo un compendio de particularidades -invisibles coram populo- que enaltecen la magnitud del evento. Son las maravillosas pequeñeces de todo cuanto brota de las cosas del Señor. Y de su Madre María Santísima. Ahora nos detenemos no en la histórica jornada de este sábado 14 sino en otra también harto llamativa. Para apostillar una entrañable curiosidad. Veamos… Durante la procesión de traslado de la Virgen de la Estrella a la Catedral el pasado día 8 con motivo de su entonces inminente coronación canónica, la Hermandad dispuso que se conformara una cuadrilla conjunta integrada por costaleros de los pasos de misterio y de palio de la cofradía. Un acierto. De esta forma muchos costaleros de Cristo Rey tuvieron la oportunidad de ser los pies de la Virgen por un día. Pues bien: cabe reseñar que de manera especial pudieron disfrutarlo los costaleros más altos, gracias a que el paso elegido para el traslado – palio de Santa María de la Paz y Concordia – dispone de una mesa de mayor altura que la usada habitualmente por los cofrades de San José. Así, hombres que siempre fantasearon con ser costaleros de la Virgen, pudieron cumplir un sueño que desde niños se negaba -se hacía ausencia- a causa de su talla.
La posibilidad de igualar en esta cuadrilla extraordinaria hizo que incluso hermanos retirados de la costalería regresaran por un día a la faja y la molía. La mayoría de ellos, curtidos en antiguas batallas bajo las trabajaderas de Cristo Rey, ahora peinan canas y disimulan algún que otro achaque. Pocas veces se ha detectado más ilusión en las miradas de tanta gente madura, y rara vez se ha observado mayor satisfacción entre quienes los rodeaban, sabiendo conscientemente que cumplían un sueño. Llegados a este punto no debemos ahorrarnos nombres propios porque en esta causalidad han tenido muchísimo que ver Manolo Serrano y su equipo de auxiliares, así como Martín Gómez, que al efecto se unió a Serrano en su condición de capataz del Señor, conformando un equipo de auténtico lujo para pasear a la Estrella por Jerez en fecha sin igual.
Todos los que aparecen en esta fotografía previa a la salida del citado día 8 son antiguos alumnos lasalianos, de San José, Mundo Nuevo y Buen Pastor. Y todos son costaleros de Cristo Rey, algunos ya retirados. Son rostros muy conocidos para el mundo cofradiero jerezano y por descontado para la Hermandad de la Estrella. Tuvieron el privilegio de igualar en la cuadrilla de la Virgen y cumplir el gran sueño de ser sus costaleros. Ser torre, en esta ocasión, no fue castigo, por recordar el preciso verso de Antonio Moure en su primer Pregón de la Semana Santa al relatar la imposibilidad de convertirte en costalero del Nazareno Caído. La imagen que hoy ilustra este ‘Jerez íntimo’ nos provoca un evidente contento. De izquierda a derecha: Alberto Aguilar, Miguel Ángel Gómez, Lucas Lorente, José Antonio Paris, Jesús Lora, Luis Prieto, Javier Valle y Antonio Bejarano. Por cierto, el más ‘joven’ tiene 49 años de edad. Un chavea, que diría el siempre recordado profesor de la Salle José Ramón Fernández Lira.
También te puede interesar
Jesús Benítez
David Gilmour, alma viva de Pink Floyd
Su propio afán
Enrique García-Máiquez
Política de proximidad
La esquina
José Aguilar
Que Sánchez mueva el culo
En tránsito
Eduardo Jordá
Resurrección
Lo último