Descanso Dominical

De mala uva

Se trata de proteger lo que nos disculpa de ser otra mediana ciudad del montón

No lo puedo remediar. Me pongo de mala uva cada vez que veo como en Jerez seguimos tirando al suelo cascos de bodega para construir colmenas de pisos en su lugar. Hace unos días me tropecé con esta triste realidad en la calle Pizarro, donde los imponentes muros de Zoilo Ruíz-Mateos, que arropaban con luz, cal y albero al barrio de La Plata, han desaparecido para dejar a la vista un puñado de grúas y hormigoneras, y un agujero, profundo como la vergüenza que debería darnos la forma en la que desde hace años nos estamos cargando un patrimonio tan valioso y tan jerezano.

La mayoría de las bodegas se levantan ante nosotros como edificaciones históricas, singulares, iconos de la cultura de esta tierra. Y como tal deberían ser consideradas. Ya ha caído un número suficiente de ellas en el campo de batalla de las constructoras, las inmobiliarias, el mal gusto y la especulación urbanística. Salvemos las que quedan en pie. Se trata de proteger nuestra arquitectura, el paisaje que nos diferencia, que nos disculpa de ser otra mediana ciudad del montón. Que ya hay muchas. Es como si Granada cambiara sus cármenes por unifamiliares pareados, o como si Córdoba echase abajo sus patios para poner viveros. Un viejo amigo, gran conocedor del sector vitivinícola y del campo jerezano, me dijo con pesar en cierta ocasión que vamos camino de convertir a las pocas bodegas que sobrevivan en museos de lo que alguna vez fuimos. Me niego a creer que nos pueda suceder sin que movamos un dedo. Sé que no sería la panacea y que necesitamos una transfusión de ideas y proyectos mucho mayor, pero, desde luego, poner una orden de alejamiento a las excavadoras para que no se puedan acercar nunca más a nuestros cascos de bodega, seguro que ayudaría, como poco, a que Jerez siga pareciendo Jerez, a que no le robemos ese poquito de identidad que nos queda en medio de tanta globalización.

Anoche con la Pisa de la Uva arrancaron las Fiestas de la Vendimia. Lo que originalmente fue la Feria de la Vendimia o Feria de Septiembre y, tras un largo paréntesis, renació en los noventa como las Fiestas de Otoño, ha recuperado de alguna manera su sentido primigenio y nos despacha distintas oportunidades para acercarnos un poquito más al espíritu de nuestro vino. Es un ciclo festivo que intenta encontrar su sitio, y que ofrece guiños motivadores. Eso sí, el día en que los jerezanos nos conjuremos para defender nuestra tradición, nos interesemos más por conocerla, y protejamos este patrimonio como se merece; el día que, como dejó escrito Shakespeare, abjuremos de cualquier bebida insípida para dedicarnos por entero al jerez, ese día tendremos realmente verdaderos motivos para montar una fiesta. O más de una.

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