Francisco Bejarano

El misterio de Lourdes

S E cumple hoy siglo y medio de la primera aparición de Lourdes. Santa Bernardita vio a una hermosa señora en la gruta de Massabielle el 11 de febrero de 1858 que resultó ser la Inmaculada Concepción, dogma proclamado por Pío IX pocos años antes. Desde la fe y desde fuera de ella se ha escrito mucho sobre este asunto misterioso. Desde la fe no hay nada que discutir, la fe basta, aunque las apariciones marianas no son dogmas de fe, sino que, al no ir contra ella, la Iglesia bendice determinadas devociones que los católicos no están obligados a creer sin salirse por ello de la ortodoxia. Los amantes de misterios sin resolver han llegado a pensar que la señora podría ser una extraterrestre. En cierto modo lo es, pues de fuera de la tierra llegarán los personajes celestes para asombrar a los humanos más humildes. Esto por un extremo. Por otro se corta camino para asegurar que se trata de un montaje de la iglesia francesa en crisis.

Entre una y otra se han aventurado muchas explicaciones: pastorcita visionaria, ilusión de la mente o alucinación colectiva, neurosis, histeria y otros trastornos mentales. La fe sencilla no necesita explicaciones. La fe que cuenta con la razón necesita algunas, y para los incrédulos cualquiera vale. No es tan sencillo. Desde antes del cristianismo y hasta hoy, incluidas las religiones no cristianas, aparece una hermosa señora que, en silencio o con mensajes, deja atónitos a quienes la ven. Hay fraude, enfermedades mentales y picaresca en muchos casos que, antes o después, se descubren; pero otras veces no hay sino aceptar que algo extraño para lo que aún no tenemos respuesta ocurre en sitios como Lourdes. La época no era propicia. No estábamos en los siglos XIV y XV y sus exacerbadas formas de religiosidad, más bien al revés: los movimientos racionalistas y librepensadores de mediados del siglo XIX eran especialmente combativos y los católicos cultos no creían en visiones.

El que fuera la Inmaculada Concepción, dogma que enfrentó durante siglos a dominicos y franciscanos, hasta tal punto de encono que el Papa prohibió que se discutiera sobre el asunto, nos hace dudar, y que llegara vestida como en algunas imágenes piadosas, también. Pero luego está la fe, que posee sus razones íntimas y sentimentales, un don que hace milagros. En Lourdes se obran prodigios que no tienen explicación científica directa, aunque la puedan tener tanteando a través de las nieblas de la psiquiatría y la psicología. Siempre se dijo que la fe mueve montañas y hace milagros que desconciertan a los propios creyentes. De momento, nada sabemos. Enfermos incurables peregrinan a Lourdes y algunos sanan. Es un misterio sin resolver para los aficionados a resolverlos todos, como el origen de la vida y la esperanza de la fe.

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