Nacido bajo el cielo sevillano
Sevilla amaneció antier miércoles con claridad de patio antiguo de vecinos de la trianera calle Castilla, ecos de trovador sobre silla de enea en la garganta de Francisco Palacios ‘el Pali’, bullicio de abuelas que aún cantiñean coplas de Imperio Argentina en la memoria reciente de la Puerta de la Carne, acelerados pasos en contradanza a la altura del Callejón del Agua -allí donde la leyenda nunca desmiente in pectore cómo el Diablo Cojuelo de Vélez de Guevara desplegara ante don Cleofás las bondades de una ciudad también soñada por la lírica estilográfica de Luis Cernuda-. ¿Qué diantres sucedía en la capital hispalense -al alba sería, según la reseña quijotesca- que hasta los chiquillos de tercero de primaria susurraban unos a otros -como el desvelamiento de un secreto a voces de coro infantil- la buena noticia de un aniversario que a todos los sevillanos -y, por descontado, no sevillanos (como aquellos múltiples destinatarios universales a los que siempre se dirigió José Luis Garrido Bustamante)- incumbe y engloba? Un rumor largo y unigénito, como el solo de corneta en la revirá del misterio de la Amargura cada tarde de estreno de zapatos del Domingo de Ramos, vino a extenderse de la Plaza San Francisco al Tiro de Línea, sin necesidad de correveidiles al peor postor. Por Mateos Gago -y en sentido rectilíneo hasta la Giralda- se alzaba un retablo barroco de sonrisas -con sus volutas de labios que desayunaban en el ínterin laboral de ejecutivos de traje azul y gerentes de empresa con capacidad de emprendimiento-.
Era entonces la tierra de María Santísima más que nunca ‘La ciudad’ de Manuel Chaves Nogales en papel apergaminado de un periodismo que se fabrica desde las genuinas raíces locales, así como la arcilla de aquellas alfareras dotadas para plasmar artísticamente las inquietudes del pueblo. Durante el clarear de la mañana Sevilla extendió este pasado miércoles la noticia a partir del eficaz método del boca-oreja. Y el júbilo parecía mancomunado en el subtexto intergeneracional de ciudadanos que han transitado entre la pastelería ‘La campana’ y el alabastro de la Gracia -tan del Pregón del hijo de quien portara farol de Cruz de Guía en la cofradía del Cisquero-. Había -como el título de la compilación de artículos en prensa de José Luis Martín Descalzo- razones para la alegría. Y fue que todo se sevillanizaba en la resonancia de la prosa -que es musa popular- de Luis Montoto. En el legado existencial -puzzle y sinusoides- de Rafael Laffón. En la declaración de intenciones de Vicente Aleixandre: “Sólo por ti mi frente pervive al sucio embate de la sangre”. En la redondez de pila bautismal, que es asomo a la vida naciente, de los hermanos Manuel y Antonio Machado justamente donde San Juan de la Palma se torna Eucaristía, oración y tramos de túnicas blancas. En la sombra de Hércules que pasea -y se placea- entre Santa Justa y San Julián… En la nostalgia de la Underwood de antaño cuyo fulgor convive con el iPad de hogaño.
Era ya vox populi. El periódico ‘Diario de Sevilla’ -que ejerce a cada minuto su función deontológica de compromiso con la información contrastada- cumplía 25 años. Como un diálogo vis a vis con la señora Libertad. Aquí no caben componendas porque, como diría horas más tarde el presidente de la Junta de Andalucía Juanma Moreno, “el periodismo no pastorea”. Al periodismo se le presume y presupone -y no en exclusivos términos de medida alícuota- su ingente aportación de responsabilidad social corporativa. Sevilla entera estaba de cumpleaños. Es octubre, pero tras las casapuertas se oyen sonidos de algarabía de cruces de mayo, una saeta honda de Manuel Centeno, o el teclazo de la máquina de escribir de Manuel Barrios. La sabiduría alta de Manuel Clavero. Es octubre, pero el aire dibuja siluetas de pollero de mantos bordados de la Virgen de tu barrio, la crónica del penúltimo Pleno del Ayuntamiento o los sabores y saberes de la noche del pescaíto de la Feria. Diario de Sevilla ha sabido fundir la cera de la realidad de esta Muy Mariana Ciudad sobre la candelería del sentir -¡esa idiosincrasia!- de los sevillanos.
Los Reales Alcázares -cuya trascendencia monumental aún sostiene el trazo en negro sobre blanco del periodismo poético y sin embargo reivindicativo de Joaquín Romero Murube- acogieron este miércoles la celebración de una efeméride que congregó a toda la sociedad sevillana. La ocasión lo merecía con creces. Aunque ya había caído la noche, todo rezumaba luz. Las páginas de Diario de Sevilla no sólo son fedatarias de cuanto acontece intramuros una localidad tan henchida de prosperidad y cultura, de tradición y modernidad, sino también sobre la orografía de esa interesante ciudad sumergida -por lo común apenas sobrexpuesta- que nos describe Luis Sánchez-Moliní. Un cuarto de siglo de periodismo independiente. Dámaso Alonso ya nos adelantó que el XX sería el siglo de las siglas. No cabe duda que el XXI es el siglo de la verdad. Periodismo y verdad forman un solo haz. La verdad que -versus fake news, bulos oxidados, titulares engañosos, telarañas de ruidos de fondo- siempre evangélicamente nos hace libres. ¡Enhorabuena a Diario de Sevilla por su profesional contribución a la causa!
También te puede interesar
Alto y claro
José Antonio Carrizosa
Valencia: lecciones del horror
editorial
El fracaso del Estado
Crónicas levantiscas
Valencia es nuestro Katrina
Lo último