De ómicron a omega

Los países del primer mundo se siguen resistiendo a que existan mecanismos eficaces de distribución global de las vacunas

ÓMIDRON es la decimoquinta letra del alfabeto griego y significa literalmente “o pequeña”, sin embargo, es mucho más conocida estos días por dar nombre a la última variante del coronavirus causante de la Covid-19. Los días de terror causados por la variante sudafricana, o brasileña, o británica, o delta, han pasado y ahora la variante ómicron es la que va ocupando un lugar preferente en la expansión pandémica del coronavirus. En general, la comunidad científica va aprendiendo como luchar contra la pandemia y trata de informar a la población, aunque importantes sectores prefieran ignorarla. Parece claro que la mutación de los virus, ha sido y sigue siendo, un mecanismo conocido de expansión y supervivencia. Por tanto, mientras existan en el planeta una gran cantidad de personas sin acceso a la vacunación habrá grandes posibilidades de que aparezcan nuevas variaciones como mecanismo probado de resistencia y adaptación del coronavirus. Si se siguen bautizando con letras del alfabeto griego, muy pronto estaremos ante la variante omega y habrá que recurrir a nuevos alfabetos de lenguas vivas e incluso muertas para designar a las nuevas variantes.

Y, sin embargo, los países del primer mundo se siguen resistiendo ferozmente a que existan mecanismos eficaces de distribución global de las vacunas con una estrategia mundial de vacunación. Con un egoísmo alimentado por una visión miope, en gran parte de los países ricos las vacunas caducan en almacenes antes de ser distribuidas entre los países del sur. Ahora empieza en Europa la tercera dosis mientras que en la gran mayoría de países africanos no se ha distribuido ninguna vacuna entre su población. Leí hace poco que esta política de vacunación parte de un enfoque además de ineficaz, profundamente estúpido. Podemos estar en nuestra confortable Europa preparándonos para la dosis decimotercera, que en algún rincón del África olvidada surgirá una nueva variante (con alguna letra del alfabeto sumerio) que haga replantearse la eficacia de la vacuna. Parece que tendremos que convivir con el coronavirus y tener que aprender a luchar contra él. Sin duda, la mejor estrategia es una vacunación mundial a través de mecanismos multilaterales eficaces basados en la solidaridad y acceso equitativito y justo al conocimiento científico que permite el desarrollo de vacunas. Por supuesto, hay que salvaguardar y proteger el interés de las grandes empresas farmacéuticas, pero, entiendo que es compatible con una priorización del interés general que hoy es la vacunación universal, incluso para países que ahora no pueden pagarla. Aunque sea por el interés egoísta de la población de los países que sí pueden pagarlas.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios