Descanso Dominical

El perro que cruzó por un paso de cebra

El sectarismo va calando con sus teorías grasientas y gotea sobre demasiadas parcelas de nuestra sociedad

Vamos en coche por la ciudad y un perro que deambula acera arriba decide atravesar por el único paso de cebra que decora el asfalto de la calle. Antes nos ha echado dos o tres miradas de reojo, controlando. Freno para dejar pasar al peatón de cuatro patas y cruzo con mi hija una mirada de sorpresa y media carcajada. Ambos imaginamos -nos gusta imaginar- que no ha sido casualidad sino que hemos presenciado un caso palmario de civismo perruno. Mientras, en la radio, hablan de Eduard Fernández, el actor. Lo tengo en mente, fresco, porque acabo de ver 'Los renglones torcidos de Dios', adaptación de aquel libro de Torcuato Luca de Tena, uno de los primeros que me eché a la cara en mis años mozos. Aunque Fernández me gustó más en '30 monedas', serie 'oscuracasigótica' de Alex de la Iglesia, lo cierto es que trabaja muy bien, como decían nuestros mayores cuando veían las pelis de Beti Daivis y Jon Vaine.

El actor catalán concluye en una entrevista en El País que "la gente defiende posturas que escapan del sentido común solo para cuadrar con su ideología". Su reflexión supone en sí misma una certera definición del sectarismo, esa corriente imperante lo mancha todo en la esfera política, calando con sus teorías grasientas y goteando sobre demasiadas parcelas de nuestra sociedad. Me prometí a mí mismo que no hablaría de política y no, no lo voy a hacer porque esto, en realidad, va de politiqueo. El sentido común y la sensatez siempre han sido rara avis en la cosa pública, aunque en nuestros días estamos alcanzando marcas olímpicas de cerrazón y capricho. Ahora mismo tenemos en cartelera un ejemplo impagable de esta realidad, la conocida como 'Ley del sí es sí', que, a tenor del papelón de algunos y algunas, bien podría llamarse Ley del 'sí o sí'. Sólo en la provincia de Cádiz hemos asistido a la rebaja de más de medio centenar de penas por delitos sexuales y la excarcelación de ocho sujetos que estaban mejor, mucho mejor, entre rejas. Buena parte de las fiscalías, la abogacía y las audiencias provinciales amén del Consejo de Estado y otra veintena de informes más cuestionaron no el espíritu sino la construcción de la norma. Los que saben de esto, que no pastan en ningún ministerio, avisaron. Pero el verdadero problema es que somos todos un atajo de machistas. Todos, todas y todes.

No sé si es mucho pedir, pero de haber una próxima vez lo ideal sería proteger a las mujeres y las niñas, y castigar todos los abusos sexuales sin conseguir exactamente todo lo contrario. A ver si aquí el único con un poquito de sentido común va a ser el perro que cruzó por un paso de cebra.

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