Por montera

Mariló Montero

La plaza de Facebook

OTRA vez la incansable sociedad política se ha entretenido en jugar con dos cables pelados para que los padres echemos chispas. El primer tema de septiembre, el peligro que nuestros hijos corren ante ese monstruo durmiente donde habitan las perversas redes sociales -Facebook, Twenty, Twitter…- que amenazan con tragárselos a golpe de click.

En boca de los políticos, internet parece una fuente de terror donde tus hijos pueden morir, ser suplantados, violados… Me parece encomiable que se luche por conseguir la seguridad necesaria para navegar por internet. Que deje de ser un infinito donde el presente nunca tiene pasado, todo se permite, y lo que se diga tenga más credibilidad que tu propio testimonio. Incluso que se detecte a pederastas que engañan a criaturas. Pero ahí no voy ahora. Donde voy es a que se pretenda el uso de DNI para acceder a las redes.

Twenty no es más que la plaza de un pueblo. Como en la que jugábamos de pequeños donde nos cobijábamos bajo la sombra de dos árboles y sentadas sobre un viejo banco que quedaba alfombrado por cáscaras de pipa. Plazas de pueblo en las que no faltaban dos vecinos voyeurs, tres gatos peleones y un policía local. Twenty representa esa plaza de barrio a la que nuestros hijos ya no pueden acudir porque tememos que los secuestren. La plaza en la que ellos se reúnen para charlar con sus amigos más cercanos y otros nuevos que pudieran llegar se llama Twenty y también tiene puertas. Sí, es cierto, que a pesar de que falsees tu identidad las fotografías que se pasan entre amigos agregados podrían ser vistas por extraños. Como los voyeurs de la plaza del pueblo que con su mirada lasciva te desnudaban los leotardos del uniforme de la escuela.

Un admirado juez, Emilio Calatayud, no ceja en el empeño de que les quitemos a nuestros hijos los ordenadores de sus dormitorios. Las veces que he tenido ocasión le he pedido que me explicara cómo hacerlo. Yo llegué a la conclusión de que los adolescentes tienen la necesidad de estar con sus amigos y disfrutar de sus reuniones diarias por internet. Después del asesinato de Marta del Castillo fueron publicadas varios de las fotografías que compartía en su Twenty. Esto hizo que saltara la alarma social y las madres arrancaran cables de los dormitorios por temor a que los nuestros fueran captados por un asesino. A Marta del Castillo no la mataron por tener sus fotografías en Twenty. Fue por haberse desvelado el rostro una adolescente. No es de esta era el deseo periodístico de publicar el rostro del protagonista.

Pongamos un poli de barrio a las redes sociales pero sin criminalizarlas. Como tampoco los padres somos unos inconscientes ni faltos de autoridad por no estar pegados al ordenador de nuestros hijos para vigilar qué hacen en Twenty. Es su intimidad, como la que nuestros padres nos permitieron vivir en esa plaza de bancos rotos y alfombra de pipas, por mucha saliva que tuvieran que tragar por el miedo.

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