Alto y claro
José Antonio Carrizosa
¿Conspiración?
Descanso dominical
La noche del 11 de febrero de 1.928 la rotativa de El Guadalete echaba humo. A toda máquina. El aroma de la tinta y el papel, mensajeros de la época, barruntaba una portada de las que dejan eco. Radio Jerez no empezaría sus emisiones hasta 1.934, así que el periódico era el único gran escaparate de la ciudad, el espejo en el que se reflejaba la sociedad, la política y el paisanaje local, el lugar más fiable al que asomarse para no perderse un detalle de cómo había sido la inauguración del Teatro Villamarta. Crónica social de los locos años veinte, día histórico de los de verdad, un nuevo coliseo en Jerez para dar relevo al antiguo Teatro Principal de la calle Mesones, que se nos había quedado pequeño, que se caía a pedazos, que daba pena.
Con las claritas del día, helada la mañana, la gaceta ya volaba por las calles, y la noticia se leía en voz alta: “En la Plaza de Romero Martínez no cabe una persona más. Fuerzas de Guardia Civil, de policía, Seguridad y guardia municipal, con sus jefes a la cabeza, procuran mantener aquella masa de público que presencia la entrada de autoridades y de cerca de tres mil personas que ocuparon las localidades en el teatro”. Así se escribe la historia, el nacimiento de un icono para los jerezanos, un refugio cultural que en menos de cuatro años habrá llegado a su primer centenario, con sus puertas abiertas temporada tras temporada, a excepción de algunos días sucios de guerra y de la década negra y vergonzosa que fue el periodo comprendido entre 1.986 y 1.996, año en el que, una noche de noviembre, Alfredo Kraus derrocha su voz portentosa para cantar y contar la esperada reinauguración.
En 1.928 el Villamarta se dejaba ver en la lejanía, levantándose como un castillo medieval en la plaza Romero Martínez. Muy pocos años después, algunos piensan que con aviesas intenciones políticas y para restarle lustre a ese teatro que había mandado construir el rey Alfonso XIII, se autoriza la construcción del mamotreto que todos conocemos como el edificio de Correos. Tan cerca que todas las mañanas los taquilleros casi pueden oír cómo se estampan los matasellos contra los sobres.
Ahora que vuelve cíclico el debate sobre la conveniencia o no de echar abajo ese inmueble inoportuno, creo que ya estamos tardando. El 11 de febrero de 2028 el Villamarta cumple 100 años. Qué mejor regalo para toda la ciudad que romper las costuras de esa plaza y recuperar un espacio público para actividades culturales, para que corran los niños, para sentarse en la terraza de una cafetería con un libro entre las manos, levantar la vista y pensar, qué bonito se ve desde aquí nuestro teatro.
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