Muchos somos los que nos preguntamos el por qué de unos precios tan bajos en nuestros vinos. Su versatilidad, sus años de crianza, su identidad y autenticidad o su complejidad debieran ser motivos más que suficientes para ni siquiera plantearnos esta cuestión. Pero es así, un vino con al menos 4 o 5 años de crianza como lo son - como mínimo - la mayoría de los Finos y Manzanillas no podemos encontrarlos en cualquier lineal por menos de 1 euro por año de crianza.

Tenemos que hacer un ejercicio de autocrítica y, sin tiempo para lamentaciones, revertir esta situación cuanto antes. Pero todo desde un orden y un sentido. Empezando por poner en valor el viñedo. El origen. Ese punto de partida tan especial que tenemos en el Marco de Jerez, bañado de tierra albariza cuya mineralidad y salinidad aporta tanto a nuestros vinos. Un viñedo que en el Marco se siente abandonado, que se ha arrancado como si no hubiera un mañana, en el que se paga por peso y no por calidad de uva y lo que se paga es mucho menos de lo que se debería abonar. En estos términos es muy complicado sacar adelante unos precios al alza en los vinos de Jerez y las Manzanillas de Sanlúcar, que amparen los estándares de calidad a los que estamos acostumbrados. Todo debe empezar desde cero. Desde el principio. Desde el viticultor que cuida cada año su viña. Su parcela. Dándole su lugar y su ganancia justa por el jornal que trabaja cada día. Apuesta por esa calidad de uva desde la base. Premiando a quien siembra viñedo. Reconstruyendo un pasado que nunca debimos perder. Y plasmando la calidad desde ese punto de partida. Así, tendremos mucho ganado.

Y si todo sigue su curso, de esta manera podremos elevar los precios de nuestros vinos, o más bien darles su valor real. Y, por supuesto, sin caer en las guerra de precio por competencia desleal. Que los grandes miren por los pequeños y al revés. Unidos por la calidad y por el producto. Los jereces. Las manzanillas. Los mejores vinos del mundo.