Carlos Colón

‘El precio que pagamos’

La ciudad y los días

Admira la talla moral de Grossman para escribir así en estos momentos. Quien quiera comprender, lea este libro

01 de junio 2024 - 00:15

Fallecidos Amos Oz y Abraham B. Yehoshúa, David Grossman es el último del trío de oro de las letras israelíes. Los tres son defensores de la paz y de la creación de un Estado Palestino. Pero su pacifismo no descarta la defensa armada de su país, al que aman con dolida lucidez crítica: Yehoshúa sirvió en el Ejército israelí, Amos Oz participó en las guerras de Yom Kippur y los Seis Días y Grossman perdió a su hijo Uri en la Segunda Guerra del Líbano. Dos días antes había comparecido con Oz y Yehoshúa exigiendo una solución negociada. En septiembre de 2017 dijo Amos Oz: “No digo que los palestinos son muy buenos y los israelíes muy malos. Los palestinos luchan dos guerras al mismo tiempo. Una para lograr su libertad y es justa. La otra no lo es, porque es para que los israelíes no estemos aquí y si es necesario lucharía con un fusil para evitarlo”.

En El precio que pagamos (Debate) se han seleccionado conferencias y artículos de Grossman en un pequeño grandísimo libro ordenándolos como un flashback que se abre con un texto escrito tres días después de la matanza del 7 de octubre (¿Quiénes seremos…?) y se cierra con uno de marzo de 2024 (El desastre de una gran negligencia). Entre ellos se seleccionan textos de entre 2017 y 2023 en los que se alternan las llamadas, cada vez más desesperadas, a la paz y la crítica, cada vez más dura, a Netanyahu y la ultraderecha nacionalista (La dictadura amenaza a Israel), y a la ineficacia de su Gobierno en la prevención del ataque y en su respuesta.

Se duele del odio contra Israel (“manifestantes, columnistas y dirigentes políticos deberían preguntarse por qué precisamente Israel les produce semejante repulsa”) y de las víctimas palestinas (“Los palestinos harán su propio examen de conciencia. Yo, como israelí, me estoy preguntando qué pueblo seremos cuando acabe la guerra. ¿Cómo lograremos gestionar nuestra parte de culpa –si es que somos capaces de llegar a reconocerla– por lo que les hemos hecho a palestinos inocentes, por haber matado a miles de niños y destruido tantas familias?”). Terminando con una llamada a los países con influencias sobre ambos pueblos ante la trágica evidencia de que “Israel y Palestina vuelven a no ser capaces de salvarse a sí mismos de sí mismos”.

Hay que tener una admirable talla moral para escribir así en estos momentos. Quien quiera comprender, en vez de rebuznar consignas, lea este libro.

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