La ciudad y los días

Carlos Colón

ccolon@grupojoly.com

A menos razón, más rabia

Una parte de la ciudadanía está noqueada tras tantos golpes a la decencia y otra ha de defender lo indefendible

El mensaje (presuntamente) enviado por la jefa de gabinete del Ministerio de Vivienda decía: “Este jueves llevamos a la ministra a Sevilla. Entre otras cosas, despacho con el presidente de la Diputación, alcalde nuestro de La Rinconada. Hasta 2023 el Ayuntamiento de Sevilla ha tenido una subvención nominativa que ha sumado 12 millones de euros (creo recordar) para la construcción de unas 500 viviendas. Ahora, con el alcalde del PP sería preferible no mantener esa nominativa ¿Sería posible cambiar el destinatario y decirle al presidente que cambiamos la nominativa con destino Diputación de Sevilla?”. Ustedes, por supuesto, lo conocen. Pero es tan escandaloso que conviene no dejar que la basura diaria lo entierre. La ministra se escurrió manifestando que desconoce “las comunicaciones entre los técnicos de un ministerio” y que no puede “estar detrás de cada correo electrónico”. El alcalde de Sevilla ha advertido que acudirá a los tribunales si esto se confirmara.

Lo peor es que no escandaliza. Se ajusta a la lógica del largo momento de declive político y escándalos que vivimos, de la absurda guerra de comisiones entre el PSOE y el PP en el Congreso y el Senado, del tono de patio de reformatorio, más que de colegio, que tienen las sesiones, el novio de aquella por aquí, la esposa de aquel por allá… Sumado a cuanto se lleva vivido con los apaños entre el Gobierno y Junts, que han ido tan lejos como para dejar conmocionada e insensibilizada a la opinión pública. Se cambian leyes, se indulta, se amnistía, se revive al extinto Puigdemont a cambio de siete votos y se pretende hacer creer que es un generoso esfuerzo por la convivencia mientras los afectados no se recatan en decir que volverán a hacerlo… Todo con el horizonte de las próximas elecciones vascas y catalanas, a las que seguirán las europeas, que no harán sino llenar más la fosa séptica.

Así estamos, con una parte de la ciudadanía noqueada tras tantos golpes a la verdad, la decencia y la recta política. Nada le duele –léase escandaliza o sorprende– ya. La que no está noqueada ha de asumir una adhesión inquebrantable que no excluye la rabia de tener que tragarse lo intragable, digerir lo indigerible y defender lo indefendible, cosas que ponen de muy mala leche porque se es consciente de la debilidad de los argumentos y posiciones que se está obligado a asumir y defender. A menos razón, más rabia.

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