Dos análisis excelentes. El primero, de Cristian Campos que apunta que el ciclo en que se ha instalado nuestra democracia es un círculo vicioso: gana el PSOE y arruina el país, llega el PP y reflota la economía, vuelve el PSOE a las quebradas, vuelve el PP a la contabilidad; y así llevamos veinte años. El peligro, advierte, es que, a cada vuelta, queda menos España que reparar. El segundo análisis es de Hughes, y explica cómo es el PP quien rentabiliza el enorme desgaste de la batalla cultural de Vox. De dos maneras: copiando las partes al fin más electoralmente fotogénicas, como hace Ayuso, y despreciando las más hondas; y además contando con los votos de Vox gratis et amore en todas las investiduras. Campos teme que incluso ese apoyo de Vox al PP sea un balón de oxígeno a la demagogia de izquierda; mientras que Hughes teme que Vox puede quedar como tonto útil de la derecha de siempre, tan cómoda como la izquierda en sus corrientes alternas.

Permítanme ponerme al rebufo de los dos análisis, tan dispares, para sugerir que la solución a sendos problemas se encuentra si se solapan. El apoyo de Vox al PP será imprescindible para echar al PSOE como demuestran todas las encuestas y bastará ese apoyo de votos -incluso gratis- para que la izquierda se movilice. El irremediable escándalo de la izquierda que preocupa a Campos hay que darlo, de una vez, por amortizado.

Es una oportunidad de oro: la sobreactuación permite actuar por debajo. Si Vox lograse imponer las partes sustanciales de su programa que el PP no quiere ver ni en pintura o no se atreve o no le importan, no rabiarían más las izquierdas; pero Vox espantaría las moscas de detrás de las orejas de sus votantes sobre un apoyo demasiado incondicionado. ¿Sólo eso? No. Lo fundamental es que implican un programa de ideas alternativo al PSOE: defensa de la vida, soberanía nacional, supresión de la memoria histórica, arrinconar al nacionalismo, libertad de educación, liberación fiscal, ahorro político… Harían mucho más difícil que, una vez remediada a medias la economía, la gente vuelva a su querencia de votar socialista.

Para sacarnos del magnetismo de la izquierda, urge cambiar paradigmas mentales e inercias ideológicas. Las propuestas de Vox en ese sentido son, precisamente, las que más molestan al PP. Y, en consecuencia, las que hay que imponerle en una negociación seria: por una cosa, y por la otra, y por todo.

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