Tribuna cofrade

Juan González

Alegraos, Cristo ha resucitado

Escribo este artículo en la tarde del Jueves Santo, hora en la que en todas las iglesias cristianas daría comienzo la celebración del Triduo Pascual. La emoción y la tristeza me embargan porque las duras circunstancias, que nos están tocando vivir, nos han mutilado la vivencia más  importante de toda la liturgia del  año. En medio del sufrimiento y el dolor por los enfermos y fallecidos, en medio de la crítica situación económica que están padeciendo, por motivo de la pandemia, los más débiles de la sociedad, los acontecimientos que celebramos como la muerte y resurrección de Jesús adquieren un mayor significado si cabe.

Anoche con la celebración de la Vigilia Pascual, la más rica y profunda de toda la liturgia, concluía el triduo, este año de una manera muy especial pero no por ello hemos dejado de vivirla. Fue el anuncio de que Jesús ha resucitado. Que bello y poético es el pregón que anuncia la resurrección. Tengo la costumbre de leerlo de vez en cuando y animo a que lo leáis, es un disfrute para los sentidos y una reflexión para el espíritu. La resurrección de Cristo es el acontecimiento más importante de la historia. Sin ella no hubiera habido cristianismo y sin cristianismo la historia hubiera sido muy diferente. Ya lo dice Pablo : “si Cristo no hubiese resucitado, vana sería nuestra fe”. Con su resurrección Jesús cambió la historia y no sólo la historia en cuanto a sus acontecimientos se refiere, sino también cambió y sigue cambiando la vida de muchas personas que trabajan por hacer realidad en este mundo el Reino de Dios.

Durante muchos siglos se ha entendido la resurrección como la revivificación del cuerpo de Jesús, en los últimos tiempos ha cambiado el concepto o más bien se ha ido al núcleo de la cuestión, que no es otro, que la experiencia que vivieron los discípulos y seguidores de Jesús de que estaba vivo y presente, aunque de una forma nueva y trascedente. Aunque la resurrección no pueda científicamente probarse, no por ello deja de ser real. Si no cómo se explica que un grupo reducido de mujeres y hombres, muchos de ellos analfabetos, al tomar conciencia y experimentar que Jesús seguía vivo, fueron capaces de cambiar la historia mediante la proclamación del mensaje del resucitado. Hay un texto en el evangelio de Lucas, que expresa muy claramente lo que experimentaron los seguidores del Maestro. Se trata del texto de los discípulos de Emaús, que tras un encuentro con Jesús resucitado, se dijeron uno a otro “¿no ardía nuestros corazones cuando nos hablaba a lo largo del camino?”. Ese fuego que Jesús infundió en los corazones de sus primeros seguidores, siguió ardiendo a lo largo de los siglos y continúa en el día de hoy. Jesús sigue viviendo en todos aquellos que han hecho de su vida un seguimiento a Él, de todos los que han hecho propia la opción por los pobres y marginados, los que han hecho suya la causa de la justicia y la paz.

En estos momentos su espíritu está presente en todos aquellos que luchan en el frente del coronavirus , ya sean desde la sanidad, la seguridad, la alimentación, el transporte o desde la atención a los más necesitados, desde los servicios sociales, ONGs u organizaciones de la Iglesia, como Cáritas entre otras. Dentro de la tristeza de este momento, tenemos que estar alegres porque Jesús ha resucitado y continua cada día resucitando en aquellos que luchan por un mundo mejor.

Termino con un apunte que tengo en mis papeles, no recuerdo de donde lo tomé pero viene bien para concluir esta columna: “Creo que su Padre, con un amor infinito, y después de secarse las lágrimas, hizo estallar los límites de la carne histórica de Jesús y le resucitó. El sepulcro quedó vacío para siempre, la vida desbordó todas las expectativas y la tierra se llenó de luz, amor y esperanza”

Por último quiero agradecer tanto a Manolo Sotelino como al Diario de Jerez  la oportunidad que me han dado de volver a escribir en Tribuna Cofrade a lo largo de la Cuaresma como de la Semana Santa.

Feliz Pascua de Resurrección.

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