La Crestería

Manuel Sotelino

Un Rocío de categoría

Ha sido un Rocío para enmarcarlo. Lo dice un observador como yo de todo el fenómeno que se reúne junto a la Virgen que es la Patrona de Almonte y que, gracias a esto de escribir de cofradías y religión, he podido tener acceso a un mundo que para mí era totalmente desconocido.

Pertenezco, de momento, a todo ese grupo de cofrades que parecen ya los últimos de Filipinas al sentirse de pura cepa parte integrante de las cofradías que procesionan en Semana Santa. O en cualquier otra fecha en la que sea una onomástica que celebrar.

Sin embargo, en estos tres años de romería y de Rocío he ido tomándole el pulso a todo lo que se mueve alrededor de la Blanca Paloma. Ni todo es negro ni todo blanco. Y muy al contrario retoma el paisaje de las marismas de Huelva ese blanco Pentecostés que neutraliza nuestra mirada. Y quedas absorto ante tanta devoción, lloros, promesas cumplidas o simplemente las gracias porque todos seguimos vivos y con salud.

El Rocío y su romería es temática para dar rienda suelta a la literatura. Todo un brocal de inspiración. Personajes únicos que te encuentras, solidaridad, oración, paisajes inigualables, fe, fervor, naturaleza, alegría, compartir y mucho más rodea a esta romería.

Por supuesto cuando me preguntan siempre digo lo mismo: “Hay de todo como en botica”. Pero nunca hubo una muchedumbre equivocada. Y la fuerza telúrica que tiene la aldea y sus campos forma parte de todo lo mágico que se mueve alrededor. No todos los romeros pueden estar equivocados como también no todos se podrían llamar romeros, o rocieros. Porque allá adonde hay mucha gente tiene que haber de todo.

Ha sido para quien suscribe una romería para enmarcarla. Porque se ha compartido, porque se ha rezado y también se ha emocionado uno. Un gran Rocío porque fundamentalmente nos hemos reído una barbaridad y eso es sano. Y también porque se ha comido y bebido, aunque con moderación. Y porque uno va tomándole el pulso a todo esto del Rocío que es como un veneno que se te mete en el cuerpo, una vez más, no tengo más remedio que decir aquello de ¡Viva la Virgen del Rocío!

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