Tópicos y lugares comunes

12 de noviembre 2025 - 03:03

SI quieres saber qué es un tópico lleno de lugares comunes te invito a escuchar las declaraciones de un futbolista después de un partido: ‘…ellos eran buenos…nosotros supimos aprovechar el hueco…’ Otro tanto digo de los más sublimes oficios materiales y vocaciones espirituales. Repiten sin originalidad lo predecible y recurrente: frases hechas, tópicos insufribles y temas universales. Sin vida, sin alma, casi diría que, sin muerte, de la poca gracia que supone escuchar cosas así. Hasta los autores más preclaros han usado de esquemas manidos para realizar su obra ¿Quién no ha dicho en alguna ocasión ‘carpe diem’ o ‘beatus ille’? ¿quién no ha usado el ‘locus amoenus’ alguna vez?

Porque ser original siempre y a todas horas es sudoroso. Pero hay frases o descripciones tan previsibles y poco originales que al oírlas penetran en el cerebelo de tal manera que se te inunda de insensatez, como si de una carcoma se tratase. Qué decir si el interlocutor se te pone romántico y habla de ‘ojos como luceros, corazón roto, llanto amargo y sol abrasador’, lo mejor es darle la espalda y mandarlo a ‘escardar’. Que haya que acudir a ellos en alguna ocasión, vale; que tengan que escucharse a todas horas, lejos de mí. Salvo que los tópicos se traten de manera creativa y enriquezcan la conversación. Otro tanto ocurre con los lugares comunes, esas frases hechas que doblan el entendimiento y anestesian a las marmotas. Hay gente que basa su sabiduría en este vicio del lenguaje, pudiendo estar calladas y más guapas ¡qué jartura! ¿Has estado en una boda o viaje en tren con alguien que quiera entablar conversación a la fuerza? Pues eso.

Una de las razones, entre otras muchas, por las que declino cualquier invitación nupcial. En la escritura pasa otro tanto cuando lo que se cuenta es predecible, aburrido y poco original ¡Dios me libre de semejante atrocidad! ¡Cuántas frases hechas en los periódicos, cuánto cliché! Se ve que han desaparecido los correctores de estilo, por lo que leo. En cualquier caso, apelo a la creatividad y la originalidad para hacer interesante la escritura y librar del aburrimiento al lector. A escritores y oradores les pediría que huyesen de frases hechas o ideas triviales que, al utilizarlas con tanta frecuencia, matan el entendimiento y pierden credibilidad. Ir a una Iglesia, por ejemplo, y escuchar ‘queridos hermanos’ te dan ganas de hacerte el primo (por lo que a mi atañe), a no ser que caigas en la cuenta de que no se refiere a ti. Sencillamente porque los lugares comunes, de tan comunes, matan el significado verdadero, y hasta la verdad ¿Te imaginas a un tío soltándote refranes a todas horas?: ‘a caballo regalado…; ‘si quieres peces…; 'más vale pájaro en mano…’ ¡Qué plasta, por Dios! Que conste que no renuncio a ellos, siendo, como soy, descendiente de Sancho.

Me aburre lo manoseado, lo obvio, las muletillas, que alcanzan a entorpecer el lenguaje y sabotear las ideas claras y distintas del memorable Descartes. Como él diría: perfección, infinitud y extensión. El lugar menos literario de la literatura es el lugar común, aquella frase ajada que termina siendo un coñazo. Que un noticiario, por ejemplo, me suelte aquello de ‘rabiosa actualidad’…me encrespa. Hay escritores malos y lectores de establo que pacen la engolada acumulación de paridas insufribles. Me irrita, más aún, que sean los más vendidos. Afortunadamente tenemos al implacable juez del tiempo. ‘Tiempo al tiempo’, como lugar común que terminará arruinando todo lo que escribo. Y es que los tópico y lugares comunes se cuelan hasta en las declaraciones sublimes de quienes pretenden trasmitir su vocación.

Hace poco escuché las bien intencionadas declaraciones de un presbítero comprometido y (sin entrar en la verdad de cuanto decía de corazón) todo estaba lleno de lugares comunes y frases tan hechas que le quitaban valor a cuanto quería trasmitir, sonando todo a impostación teatral. Sería capaz de identificar a qué grupo o movimiento de Iglesia pertenece cada uno, según la jerga, o lugares comunes, que utiliza. Ocurre otro tanto con las sectas e ideologías de turno ¡qué bodrio! Más de lo mismo en todas partes. Naturalidad ¡por favor! Vendría de perlas un curso de retórica o un taller de escritura, a la que me apuntaría, sin duda, por aquello de la coherencia. Conviene mantener la vigilancia activa sobre los lugares comunes que se cuelan en los textos y oratoria, porque seducen y evitan pensar. Huid de esos lugares como de la peste. Que es como acudir a las lágrimas que salen de los ojos. ¡No, por Dios! La trivialización de las expresiones termina perdiendo su significado de tan manidas y sobadas que están. De los tópicos, otro tanto. Que los ricos sean conservadores y los pobres progresistas, por ejemplo, es mucho suponer. Tanto como decir que la clase media es la que modera la balanza electoral. Tópicos y más tópicos, lo mismo en la Iglesia que en la política, tanto si eres letrado como analfabeto funcional. Oyes cosas que ‘pa qué te cuento’.

El marketing político utiliza, sin embargo, estas argucias de cebos y miedos, de progres y conservadores, de fachas y otras raleas, que terminan haciendo callo en el alma, hasta perderla por el lenguaje. Esto, que parece una tontería, termina creando grietas, como un axioma de difícil reconciliación. Nos adiestran con tópicos, y a base de lugares comunes terminamos por decir lo que otros quieren que digamos, sin que nos dé tiempo a razonar con libertad lo que en verdad querríamos, si estuviéramos libres de tal contaminación. Huyamos, por tanto, de las formas vacías antes de que nos pongan entre la espada y la pared. Entre otras muchas cosas, que me callo…

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