Un vacío a rebosar

A los votantes de partidos nacionales se nos ha ido creando un complejo de tontos bastante justificado

Las últimas encuestas electorales dan un aumento clave de escaños a los representantes de un nuevo movimiento llamado "España vaciada". Podemos ponernos escépticos con las encuestas a cuenta del clásico cui prodest? Esos votos arrastran algunos terceros escaños en liza y el tercer partido es Vox. También hay que contar con que la ideología de esos partidos será ofrecerse al mejor postor para extraer bienes contantes y sonantes para sus territorios. Todos sabemos que el mejor postor es el PSOE, que 1º) no tiene reparos en tirar de la caja común para seguir tirando particularmente y al que 2º) apoyarle tiene menos coste mediático en país muy amoldado a lo políticamente correcto (al "psoe state of mind", precisamente).

Pero ya vimos como "Teruel existe" se alzó con un diputado que terminó siendo absolutamente decisivo para que Pedro Sánchez alcanzase el poder. Así que antes de sospechar, sopesemos. Es una oportunidad para que nuestra democracia haga un pequeño examen de conciencia. A pesar de la falta de costumbre, no dejará de venirle bien.

Los votos de España Vaciada advierten de dos cosas y ambas gordas. La primera es que mucha gente ha terminado por descolgarse completamente del proyecto común de España. A estas alturas se conforman con sumarse a un "¿qué hay de lo mío»; y a los demás… que les vaya bonito (para decirlo en fino). En segundo lugar, los grandes partidos se muestran impotentes para satisfacer las aspiraciones básicas de sus votantes. Como llevan 40 años cediendo a los chantajes de los partidos nacionalistas, a los votantes nacionales se nos ha ido creando un complejo de tontos bastante justificado. Quizá suene paradójico, pero, hoy por hoy, a los partidos nacionales no les queda más remedio que reenganchar a la gente a un proyecto común satisfaciendo sus legítimas aspiraciones particulares. Sin esa cuadratura del círculo, los peneuves de saldo y esquina van a brotar como setas hasta en Trujillo (que no tiene AVE).

Esta inmensa responsabilidad atañe fundamentalmente a los partidos que están en el Gobierno; pero salpica también a los de la oposición, de un modo insidioso. El votante que piense que su partido no puede ganar tenderá a sentirse todavía más tentado a votar a uno que, al menos, sacará tajada del que gobierne para el terruño. Más acá de la demagogia y la lucha por el poder, se impone una política mucho más práctica y pegada a la realidad.

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