Apenas un mes después de que el PP le infligiera una contundente derrota en las elecciones autonómicas, obteniendo una sobrada mayoría absoluta y dejándolo a 28 escaños de distancia, el PSOE de Andalucía recibe un nuevo golpe letal con la sentencia del Tribunal Supremo sobre los ERE que recibieron ayudas de la Junta. La sentencia, cuyos fundamentos jurídicos no se conocerán hasta septiembre, supone la impugnación por vía penal de los gobiernos socialistas que durante más de tres décadas mandaron en Andalucía. Con la derrota electoral y la sentencia de los ERE el partido que durante muchos años se confundió en esta región con el paisaje está machacado. No le queda otro remedio que iniciar una complicada y seguramente larga travesía del desierto para reinventarse sobre bases nuevas. Esa reinvención es una tarea que no admite demoras. Cuanto más tiempo tarde Juan Espadas en ponerse manos a la obra más difícil lo tendrá. No son estos tiempos para lamerse las heridas o intentar justificar, con argumentos más o menos elaborados, lo que el Tribunal Supremo ha definido como una trama delictiva que usó la prevaricación y la malversación. Lo único sensato al respecto es acatar lo que ha establecido el máximo órgano sentenciador de nuestro Estado de Derecho y ponerse a trabajar. A pesar del duro castigo recibido y de sus muchos errores, el PSOE sigue siendo una fuerza necesaria en la articulación política y social de Andalucía. Tendrá que ser un socialismo reconfigurado, que deje atrás lo peor de su herencia y que sea una fuerza de centro izquierda que desde la moderación y el pragmatismo suponga una alternativa al Partido Popular, y que cuando llegue el momento pueda disputarle espacios electorales. En una democracia, la oposición juega un papel esencial. En la Andalucía de la mayoría absoluta del PP es necesario contar con una fuerza que fiscalice con eficacia la acción del Gobierno y esa fuerza debe ser el PSOE. Cuanto antes se renueve y se rehabilite socialmente, mejor.