Más medios y contundencia en las vallas

Editorial

Los guardias civiles de las vallas de Ceuta y Melilla deben contar con escudos y material para el control de las masas

24 de agosto 2018 - 01:41

Por segunda vez este verano, un grupo de subsaharianos han protagonizado un salto violento de la valla de Ceuta. Armados con diversos objetos contundentes, cal viva y algún tipo de ácido, un centenar de migrantes consiguieron entrar en España, aunque el Gobierno, de acuerdo con Marruecos, los ha devuelto al otro lado. Una cosa es entrar de modo ilegal en un país y otra, bien distinta, es utilizar la violencia para cruzar una frontera. Siete guardias civiles tuvieron que ser atendidos y dos de ellos han causado baja debido a las heridas. El sindicato principal de la Guardia Civil ha reclamado que los guardias que vigilan las fronteras puedan utilizar material antidisturbios para hacer frente a estas avalanchas. Con los dos saltos -el 26 de julio pasaron 602 migrantes-, se ha producido un agravamiento cualitativo del control de las fronteras. Los guardias deben poder emplear escudos y material para el control de masas. Pero es que, además, la situación de las personas que entran de este modo no puede ser la misma que la del que solicita refugio o es rescatado en el mar. Son personas que han hecho uso de la violencia para forzar el derecho de cualquier Estado a defender su frontera. El Gobierno español debe reconsiderar lo que se ha venido llamando devoluciones en calientes, o sumarias. No se puede devolver sin identificación a un migrante una vez que ha cruzado la frontera, pero los agentes que la vigilan tienen que poder hacer frente a este tipo de avalanchas con métodos y reglamentos bien distintos. Si estos migrantes logran quedarse en España, muchos volverán a intentarlo en las próximas semanas. El método es bien sencillo: cuanto mayor sea la avalancha, más opciones tendrán algunos de ellos de forzar la entrada. Y si, además, se emplean medios que pueden causar daño, el éxito está asegurado. España tiene que controlar las fronteras de Ceuta y de Melilla, es una obligación del Gobierno y tiene que articular cuantas medidas sean necesarias. No se trata ya de que estas acciones desborden el centro de acogida de Ceuta o que causen problemas a otros situados al otro lado del Estrecho, es que se violenta la frontera española y, por tanto, la europea. Del mismo modo que se aplaude la labor humanitaria que diversos cuerpos del Estado realizan en el Estrecho con los migrantes, hay que solicitar contundencia para blindar un elemento esencial y definitorio de lo que es un país. El Gobierno debe asumirlo y explicarlo en las instituciones europeas.

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