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Tribuna

Juan Carlos rodríguez Ibarra

Ex presidente de la Junta de Extremadura

Alguien no dice la verdad

Tendremos que suponer que los independentistas catalanes van de farol cuando anuncian que no pararán hasta conseguir un referéndum de autodeterminación

Alguien no dice la verdad Alguien no dice la verdad

Alguien no dice la verdad / rosell

Supongamos que toda la literatura que ha adornado la presentación de una proposición de ley por el Grupo Parlamentario Socialista y por el de Unidas Podemos es cierta. Supongamos que la eliminación del delito de sedición no es una estratagema para librar de castigo severo a quienes desafiaron a la Constitución y a los ciudadanos que la aprobamos, con sus leyes de desconexión de la Carta Magna, incluido todo el cuerpo legislativo que el Parlamento catalán fue elaborando desde 1979, fecha de entrada de su Estatuto de Autonomía. Supongamos que el PP no acertó en su política territorial y ese desacierto llevó a los independentistas catalanes a proclamar la República Independiente de Cataluña. Supongamos que Puigdemont, que entonces era presidente de la Generalitat, huyó porque estaba seguro de que la proclamación que hizo de la independencia catalana fue solo un aviso a navegantes que duró algo menos de un minuto. Supongamos que la Mesa entre el Gobierno de España y el Gobierno catalán está sirviendo para aplacar el ánimo independentista de los independentistas. Y supongamos que cuando quede aprobada la reforma del Código Penal, la convivencia de Cataluña con el resto de España mejorará y nos veremos libres de la amenaza de secesión.

Si todo eso es así, tendremos que suponer que los independentistas catalanes van de farol cuando anuncian que no pararán hasta conseguir un referéndum de autodeterminación y la deseada independencia de España. Aquellos catalanes que, a partir de ese momento, crean el discurso de los independentistas estarán en la inopia y no habrán sabido que con la reforma del Código Penal, incluida la nueva interpretación del delito de malversación, acabó la aventura independentista. Si en las próximas elecciones votan por partidos independentistas, será porque son aquel que seguía la linde, aunque la linde acabara, pero no porque en sus programas electorales pueda figurar nada que tenga que ver con la autodeterminación o con la independencia. Cuando dicen que no renuncian a un referéndum están hablando de boquillas; si la versión del gobierno es la buena, los independentistas podrán decir lo que quieran y todos sabremos que son unos fanfarrones a los que no hay que creer ni media palabra.

Y si no fuera así, entonces es que el Gobierno ha picado el anzuelo y ha caído en la trampa que le han tendido los independentistas. El señuelo que le habrían puesto sería el siguiente: "El Gobierno Central elimina el delito de sedición, reduce las penas por malversación, y nosotros, los independentistas, forzamos para que el siguiente paso nos lleve a un referéndum al que le pondremos un nombre que no suene mal para que el gobierno pueda defenderlo ante una opinión pública que va aceptando poquito a poco la senda que nos conduce a la independencia".

Nadie podría creer la declaración de un condenado por asesinato que, rebajada su condena, saliera de la cárcel gritando que volverá a asesinar. Y si fuera verdad su intención de volver a matar, nadie podría entender la rebaja de la condena a quien no solo asesinó sino que, además, se muestra dispuesto a repetir el delito.

Una de las dos versiones es la buena y, en consecuencia, la otra es la falsa. El tiempo dirá quién era el pescador y quien el pez. Esperemos que no sea tarde por el bien del país y del PSOE.

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