Tribuna

Francisco Mesonero

Director general Fundación Adecco

Generación sénior, motor de recuperación

Han dejado patente que la experiencia es un grado y que atributos como la madurez, la templanza o la visión estratégica son cruciales, y mucho más en estos tiempos

Generación sénior, motor de recuperación Generación sénior, motor de recuperación

Generación sénior, motor de recuperación / rosell

El Covid-19 se ha llevado por delante 54.900 empleos en Andalucía, en un escenario de emergencia sanitaria, económica y social sin precedentes. Frente a esta destrucción generalizada de puestos de trabajo, los mayores de 45 años -los séniores, como se les viene llamando últimamente- han sido el único grupo de edad para el que se ha generado empleo: un total de 46.400, en términos netos.

Las causas que subyacen a esta realidad son diversas. Junto al factor estadístico -son cerca de la mitad de la población activa y casi 4 de cada 10 desempleados en Andalucía-, un hecho se impone con claridad: los mayores de 45 años han dado la cara ante la crisis, ocupando posiciones estratégicas en un mercado laboral que, durante la era coronavirus, ha demandado profesionales de forma urgente en sectores como el sociosanitario, la logística o la limpieza. En medio de la difícil coyuntura, los séniores han estado ahí para ocupar estas vacantes que resultaba tan complicado cubrir, debido a la incertidumbre y/o al temor al contagio, entre otros. De este modo, se han situado en primera línea de la pandemia, convirtiéndose en motor indiscutible de recuperación. A lo largo de estos meses, han dejado patente que la experiencia es un grado y que atributos como la madurez, la templanza o la visión estratégica son cruciales, y mucho más en estos tiempos de incertidumbre. En otras palabras, los séniores están demostrando ser una fuerza laboral clave para superar esta crisis.

Sin embargo, esta fotografía actual no debe opacar las dificultades que tradicionalmente encuentran en su acceso al mercado laboral. Así, y pese haber sido protagonistas del empleo creado durante el último ejercicio, constituyen un segmento de la población activa habitualmente discriminado. El paro de larga duración es uno de los indicadores que da cuenta de estas grandes dificultades: el 56% de los desempleados mayores de 45 años lleva más de un año buscando empleo sin éxito, frente al 45% general.

La presente crisis debe constituir un punto de inflexión para revertir la situación: se lo debemos a los propios séniores que han demostrado su talento, sus ganas de trabajar y de aportar a una economía en la que, por una cuestión demográfica, tienen cada vez más protagonismo. Y porque no se trata únicamente de hacer lo justo, sino también lo correcto en términos de competitividad. ¿Qué futuro pueden tener las empresas, las familias y la sociedad en su conjunto si desechamos a la fuerza laboral dominante?

Según el reciente informe #TuEdadEsUnTesoro que hemos elaborado junto a Dacsa Group, el 86% de los desempleados mayores de 45 años cree que su edad es un obstáculo para acceder al mercado laboral y un 52% de las empresas admiten encontrar barreras para incorporar mayores de 45 años. En concreto, los séniores opinan que las empresas "prefieren jóvenes a los que puedan moldear" o que los seleccionadores les descartan porque "creen que sus competencias están desfasadas". Por su parte, las empresas destacan las dificultades para encontrar profesionales sénior que encajen en sus equipos de trabajo, la sobrecualificación o el peso de experiencias negativas previas. Argumentos que encierran, sin duda, prejuicios y estereotipos muy asentados en el imaginario social. Sea como fuere, son cifras que exigen una urgente revisión de los planteamientos actuales. Ha llegado el momento de dar paso a una nueva concepción del profesional sénior que garantice su no exclusión pero, sobre todo, que le reconozca como un agente crítico para el crecimiento y desarrollo, en una sociedad que cada año nos deja un nuevo máximo de envejecimiento.

Ahora que estamos apuntalando la recuperación sanitaria, es el momento de concentrar todos los esfuerzos en el camino más inteligente para que la crisis económica dure lo menos posible. Y los séniores son parte fundamental del proceso. En este sentido, la primera y obligatoria parada exige desterrar de forma definitiva los prejuicios que siguen lastrando su inclusión laboral. En segundo lugar, hay que poner el foco en esas soft skills que los séniores acostumbran a ver reforzadas como la voluntad, el esfuerzo, la madurez o la experiencia.

Un cambio de visión que exige la acción coordinada entre empresas y Administración Pública, a través de políticas activas de empleo, colaboración público-privada e impulso de estrategias de diversidad e inclusión que impulsen verdaderamente el empleo de la generación sénior.

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