Tribuna

JUAN RAMÓN MEDINA PRECIOSO

Catedrático de Genética

Griñán, no; separatistas, sí

¿Qué fue de aquellos socialistas que colaboraron decisivamente a que Andalucía accediese a la autonomía en condiciones similares a Cataluña?

Griñán, no; separatistas, sí Griñán, no; separatistas, sí

Griñán, no; separatistas, sí / rosell

Dijo Borges que el poeta granadino Lorca ejercía de andaluz profesional. Salvando las distancias, no es mi caso. Preso de cierta tendencia al cosmopolitismo, me afecta lo que suceda en Cataluña. A diferencia del alcalde Muñoz, no me preocupan solo los cortes de electricidad en Sevilla. Sin embargo, alcanzo a barruntar que el 22 de diciembre fue un día triste para muchos andaluces, especialmente los de orientación socialista. Y no porque no les tocase la Lotería Nacional (según los cánones imperantes, urge cambiarlo a Lotería Estatal), sino porque ese día el aviso al expresidente Griñán de que tenía que ingresar en la cárcel coincidió con la derogación del delito de sedición en el Senado y la reforma del de malversación para aminorarlo si no hubo lucro personal. En síntesis, Griñán y demás altos cargos socialistas andaluces, a la cárcel; los separatistas que aprobaron las leyes para desconectar Cataluña del resto de España y luego proclamaron la República Catalana independiente, a la calle con todos los pronunciamientos favorables.

¿Qué fue de aquellos socialistas que colaboraron decisivamente a que Andalucía accediese a la autonomía en condiciones similares de la Cataluña?

¿Qué fue de aquellos que aspiraban a una España federal sin asimetrías, ni ventajas de unos territorios sobre otros? ¿Qué fue de los que cepillaron a fondo en el Congreso el Estatuto Catalán del PSC hasta dejarlo casi limpio de adherencias inconstitucionales?

Resulta abrumador que unas personas que formaron parte del Gobierno de Andalucía, con su presidente a la cabeza, se vean conminadas a incorporarse a la cárcel el mismo día que otras personas, que promovieron un golpe sedicioso en Cataluña, se vean exoneradas de los delitos cometidos y listas para retornar a la actividad política.

Comparten ambos colectivos el sentimiento de no haber delinquido, pero los catalanes han anunciado que lo volverán a hacer, mientras que los andaluces no se han manifestado en ese sentido. Es más, los catalanes atentaron contra la Constitución y pusieron en riesgo la democracia española, mientras que los andaluces malversaron fondos públicos para beneficiar a algunos que no merecían las prebendas concedidas. Puede que sea cosa de la edad, pero, aun siendo ambas conductas reprobables, más amenazado me siento por lo que hicieron y quieren volver a hacer los separatistas que por el dispendio ventajista de los andaluces. Y lo más tremendo del asunto es que todo esto ha ocurrido con un presidente socialista a los mandos de la operación en España. El solicitado indulto a Griñán no ha llegado; la amnistía encubierta a Junqueras se ha culminado. Como andaluz me siento humillado.

Para colmo, en vez de conformarse, los separatistas siguen presionando para deconstruir España. De inmediato, el presidente catalán ha pedido un referéndum de autodeterminación y, generoso, ha llegado a admitir que, si no queda otra, se reforme la Constitución para posibilitarlo. Pragmático, el PNV ha concretado algunas de esas reformas. Al socaire de cambiar la denominación de disminuidos por la de personas con discapacidad, ha planteado reconocer el derecho a la autodeterminación de lo que ellos llaman el pueblo vasco, suprimir el artículo 155 que permite intervenir los gobiernos autonómicos desleales y quitar el mandato de que las Fuerzas Armadas defiendan la integridad territorial de España. No va a la zaga Juntos por Cataluña, que pide privar al Tribunal de Cuentas de su facultad de reclamar los dineros malversados con fines políticos, prohibir que el Tribunal Constitucional pueda impedir actuaciones claramente inconstitucionales de los parlamentos, y aprobar una Ley de Amnistía para los condenados por atentar contra la Constitución.

En el pueblo portugués de Viseu hay una tumba con una placa que dice "Aquí yace Don Rodrigo, último rey de los godos". Traicionado por el conde Don Julián, que tenía la responsabilidad de defender el Estrecho de Gibraltar en colaboración con el gobernador español de Ceuta, fue derrotado por los musulmanes, que dominarían durante los siguientes siete siglos, pero su cuerpo no apareció en el campo de batalla. Vistas las luchas constantes entre las élites godas, ¿pensaría Don Julián que estaba contribuyendo a desinflamar España? Igual que las huestes de Don Rodrigo desmayaban y huían cuando en la octava batalla sus enemigos vencían, ¿decaerán los papeles de nuestras Fuerzas Armadas en defender la integridad de España? No sé qué respuestas darían a esas preguntas los socialistas andaluces que lograron que nuestra región accediese a la autonomía por la misma vía que Cataluña. Me imagino la que daría Griñán.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios