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Todos los veranos se celebra en Leipzig un festival en honor al kantor de la iglesia de santo Tomás, que como es sabido pasó el último y fructífero periodo de su vida en aquella culta ciudad, muy reconstruida tras la II Guerra Mundial. Son conciertos de variada categoría y calidad, algunos tan emotivos como el del otro día, de un enorme coro infantil cantando en el gran vestíbulo de la Hauptbanhoff, la estación principal de ferrocarriles, y que el numeroso público acompañaba mayoritariamente, en hojas con las partituras repartidas al efecto. En esta última edición del festival hubo justo en santo Tomás un concierto de motetes del maestro, a cargo del Bach Colegium de Barcelona, quienes añadieron al final varias canciones catalanas, entre ellas, una muy bella de Ángel Rodamilans sobre un poema de Jacinto Verdaguer.
A la salida del bonito concierto, los componentes del coro se tomaron fotos junto a la grande y broncínea escultura de Bach que se encuentra en el exterior. Casualmente o no, andaba por allí en inefable Quim Torra, junto al cual se hicieron varios selfies algunos de los políticamente emocionados miembros del coro. De pronto, de uno de ellos salió un fuerte grito de "Viva Cataluña"; así, en castellano. A lo que uno de los espectadores que deambulaba por el lugar respondió con un veloz y más fuerte "Viva España". Silencio inmediato. No hubo respuesta. Se ve que no convenía armar gresca en esa nación. Pero el tema es otro.
Y ocurre que Ángel Rodamilans, cuya canción entonó el coro catalán, fue un sacerdote benedictino, autor de música religiosa en catalán y en castellano. Entre otras cosas, puso melodía a bastantes poemas de Jacinto Vardaguer. Era don Ángel de Sabadell, ciudad donde fue asesinado a finales de julio de 1936 junto a los restantes veintidós benedictinos de su convento. Creo que está entre los 522 mártires beatificados en Tarragona en 2013. No hay que olvidar que en Cataluña la vesania anticlerical y la masacre de religiosos fue proporcionalmente más alta que en el resto de la zona frentepopulista. Pues bien, este agraciado chico, Torra, que anda aún recurriendo su destitución de la Presidencia de la Generalidad, se ha destacado siempre por su hispanofobia y xenofobia, dentro de su, por otra parte, afición a las embajadas culturales de su región. La de Leipzig era buen momento para salir en las fotos y luego, imagino, aparecer en los periódicos y noticiarios locales.
Pero las milicias que asesinaron al fraile Ángel Rodamilans en Sabadell estaban formadas por socialistas, anarquistas y militantes de Esquerra Republicana, el partido de Companys, con nutrida representación hoy en el Consistorio local, y durante un tiempo el partido de Torra, que dice ahora estar en posturas más de nacionalismo patriótico, por encima de diferencias de clases sociales. Una idea por la que, con mayor extensión geográfica, había apostado ya Franco. Ganando la apuesta, por cierto.
Por eso, entre otras cosas, es falaz e insidiosa la Ley de Memoria Histórica. Se quiere y se consigue destruir monumentos del régimen franquista, se pretende estúpidamente dar por anulados honores y condenas a gentes que ya no están. O las garzonadas de pedir cuentas por parte de quienes no estaban a quienes tampoco están. A manera de los estúpidos woke americanos, que piden perdón por algo que no han hecho a quienes tampoco les han hecho ya nada. Pero queda muy bien ante la idiocia social eso de arrepentirse ahora por hechos de los que uno en concreto no es en absoluto responsable. Es más, quienes siguen esa necia corriente, arrimados a las modas políticas, habrían sido sin duda en su momento los que habrían puesto en práctica las tiránicas y esclavistas tendencias que privaban en su tiempo, mientras se da la ironía de que quienes hoy se rebelan contra esa rastrera hipocresía habrían sido también entonces quienes sí protestaban contra la moda, contra la masa, y con mayor riesgo sin duda.
Torra y el Bach Colegium de Barcelona tienen todo el derecho a disfrutar y hacer suyas las obras que escribió el benedictino Ángel Rodamilans, pero luego, cuando bufa el rufianesco portavoz de Esquerra en el Congreso, cuando es de los que más insiste en el desagravio a los muertos del franquismo, entre ellos el del beatífico Companys, que firmó miles de penas de muerte, es bueno caer en la cuenta de que ahora sí, que en este caso parece que conviene usar y exhibir a alguien que mataron los mismos suyos, por más que sólo una fecha del fallecimiento en el programa de mano en el concierto levante las sospechas al curioso espectador. Luego, en la red, el lugar de su muerte y la profesión del compositor conduce rápidamente a saber de quién se trata, qué le pasó y por qué, mientras que los herederos directos de un sector de sus asesinos se precian de su valía musical y lo hacen suyo. Ahora sí conviene, claro. A ese lo sacamos de lo de la Memoria Histórica. A ese curita sí…
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