Tribuna

Óscar eimil

Jurista

Lehman brothers y la desmemoria

Como les decía, cuando sólo han pasado cuatro años desde que se dio por terminada la crisis, hay muchos que parecen haber olvidado todo lo que aquí ha pasado

Lehman brothers y la desmemoria Lehman brothers y la desmemoria

Lehman brothers y la desmemoria / rosell

El día 15 de septiembre de 2008 -hace ahora 10 años- se produjo la quiebra bancaria más importante de la historia, la del banco americano de inversión Lehman Brothers, un gigante con 28.000 empleados y 639.000 millones de dólares en activos gestionados que dieron lugar a un inimaginable e inabarcable agujero de 613.000 millones. Su caída en bancarrota es -como muchos recuerdan- el hito que señala el comienzo de la enorme crisis económica que, con tanto padecimiento, azotó a la humanidad durante seis largos años.

Pues bien, de entre los países que resultaron más afectados por la que empieza a conocerse por los estudiosos como la Segunda Gran Depresión, destaca el nuestro, España, por los efectos devastadores y transversales que aquí produjo.

Conviene, por eso, recordar ahora, cuando celebramos este aniversario e, inexplicablemente, comenzamos a oír de nuevo los mismos cantos de sirena que nos llevaron a aquel estado de lamentable postración, los efectos que tuvo en todos y cada uno de nosotros la llamada Depresión Económica Española, que se inició en el año 2008 y terminó oficiosamente en el 2014, aunque a fecha de hoy no se hayan recuperado todavía los niveles de empleo que teníamos antes de su comienzo.

En este sentido y muy someramente para no aburrirles, recordemos que entre esos años el desempleo avanzó desde el 9,60% al 26,94%, lo que implicó que la Seguridad Social perdiera la friolera de 2.988.242 afiliados. O lo que es lo mismo: millones de familias, a menudo las más humildes, en la calle sin otro medio de subsistencia que los subsidios. El PIB se contrajo nada menos que un 9,2%. La deuda pública avanzó desde un 36,10% del PIB a un 93,40%. La prima de riesgo, es decir, lo que pagamos por el dinero que nos prestan en el exterior escaló hasta los 616 puntos básicos, o lo que es lo mismo, que por cada millón de euros que pedíamos prestado, debíamos pagar al año en intereses 61.600 euros más que los alemanes. La morosidad bancaria creció hasta el 14,62% -cifra nunca vista ni siquiera sospechada- y el déficit del sector público alcanzó un insostenible 11,4%.

Las consecuencias de todo ello para los ciudadanos de este país fueron absolutamente demenciales en sufrimiento: cierre del mercado de crédito, caída brusca de los sueldos, despidos en masa, congelación de las pensiones, desaparición del sistema de cajas de ahorro, rescate financiero, incremento de la desigualdad hasta ponernos a la cabeza de los países de la UE, caída de hasta un 20% en el gasto medio en alimentos, impagos generalizados, cierre apabullante de empresas, principalmente negocios pequeños, infinidad de familias literalmente a la calle por la ejecución de hipotecas impagadas y desahucios a mansalva por impago de rentas.

Ante este panorama, el Gobierno socialista de entonces, a cuyo frente estaba Zapatero desde 2005, pasaba tan fresco y sonriendo del "no estamos en una crisis económica" del 2008, a los brotes verdes y la ley de economía sostenible del 2009, y a enterrar a carteles y paladas el dinero del Plan E al llegar el 2010, para acabar con los principales países del mundo faltándole al respeto al nuestro como no sucedía, quizás, desde 1936, mediante llamadas al orden que sus principales dirigentes hicieron personalmente a un abrumado, desencajado y desconcertado presidente del Gobierno.

Pues bien, como les decía, cuando sólo han pasado cuatro años desde que se dio por terminada la crisis, hay muchos que parecen haber olvidado todo lo que aquí ha pasado. Sólo así pueden explicarse las continuas, constantes e irresponsables declaraciones -muchas de ellas contradictorias- que realizan los múltiples portavoces del Gobierno provocando, supongo que sabiéndolo, no ya la desconfianza, sino la ira de los agentes económicos internacionales que manejan y gobiernan los mercados y los flujos de dinero.

Porque está muy bonito eso de decir que vamos abrir viejas heridas, a castigar a los ricos, a penalizar a los bancos, a subir los impuestos a las empresas y a los particulares para poder pagar, una vez más, el derroche, sabiendo como saben que esas políticas suicidas nos conducen al final abrupto de la recuperación -como ya está sucediendo-, a un incremento desbocado del gasto, y a una disminución brutal de los ingresos del Estado.

En definitiva, que el aniversario del que les hablaba debería servir ahora para recordar que el ciudadano de a pie de urna es un sujeto muy capaz de tropezar no dos, sino varias veces en la misma piedra; que, si juegas a radical, el original siempre gana a la copia; y que la ambición desmesurada de algunos -para más inri, sin pasar en esta ocasión por las urnas- la solemos pagar todos menos ellos, a escote, y a un muy alto precio.

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