Tribuna

Francisco núñez roldán

Escritor

Miguel ángel blanco y el sistema decimal

ETA tiene tanto crimen en su haber que casi todos los meses, casi todos los años, podríamos rememorar en cuarto de siglo de cualquiera de sus cobardes hazañas

Miguel ángel blanco y el sistema decimal Miguel ángel blanco y el sistema decimal

Miguel ángel blanco y el sistema decimal / rosell

Es sabido que la humanidad cuenta en base diez, es decir, de diez en diez, porque tiene diez dedos en sus dos manos. De haber tenido ocho o doce, contaríamos en base ocho o doce, y entonces habríamos recordado el asesinato de Miguel Angel Blanco unos años antes o unos años después, y habría habido el mismo solemnísimo homenaje en Ermua en otro instante. Pero el crimen habría sido igual de abominable, y el recuerdo no habría reverdecido a los veinticinco años nuestros, una efeméride que se basa en lo cuantitativo y no en lo cualitativo, en lo horrendo de aquel hecho. Si se han cumplido veinticinco años de aquella infamia, esta será la misma cuando se cumplan veintiséis, y era la misma cuando se cumplieron veinticuatro y apenas se recordó. ETA tiene tanto crimen en su haber que casi todos los meses, casi todos los años, podríamos rememorar en cuarto de siglo de cualquiera de sus cobardes hazañas. Está bien no olvidar aquella ignominiosa acción de los pistoleros, aunque ello haya resultado, repito, gracias a un sistema de recuento que podría no haber sido el mismo. Los crímenes etarras no precisan aniversarios que nos los recuerden. Basta no olvidarlos, y saber además que hay varios centenares de ellos sin resolver, sin que hayan salido a la luz sus sórdidos protagonistas -hoy aliados con el codicioso felón de la Moncloa-, que no han colaborado en absoluto en el esclarecimiento de esos que siguen siendo impagables delitos de sangre.

No contentos con la impunidad de esa gran cantidad de dolor sin resolver, con los rastreros acercamientos y libertades condicionales que un Ejecutivo miserable les concede, los epígonos del terror quieren hoy mutar el recuerdo de nuestra historia reciente desbaratándolo, como desbarataban en su día los cuerpos de sus víctimas. Y para ello cuentan con la oportunista y mísera colaboración de un gobernante que está dispuesto a mantenerse en el poder absolutamente a cualquier precio, incluido el ignominioso retorcimiento de nuestra reciente historia a favor de quienes más la despedazaron. Pero ETA no asesina hoy sencillamente porque no lo precisa. Nada de esa estupidez de haberla derrotado. Sus insidiosos mentores peneuvistas, esas sus fuentes originarias de pensamiento, no necesitan ya jalear a sus hienas porque han conseguido el poder en su tierra. No olvidemos nunca que el PNV habría podido existir sin ETA, pero ETA no habría sido concebible sin el PNV. Los peneuvistas han sido los grandes beneficiarios finales del terrorismo etarra. Y tampoco quepa duda de que en un hipotético País Vasco independiente, el partido de Sabino Arana sería entonces implacable con sus derivados más radicales, una vez perdida la razón de ser de estos. La historia está llena de ejemplos así, cosa reconocida por el mismo Arzallus cuando con admirable cinismo resumía que "unos sacuden el árbol y otros recogen las nueces".

Quienes estuvieron o estuvimos por aquella zona norteña en los años más sanguinarios, en mi caso a finales de los ochenta, no podemos olvidar algo quizá peor aún que los bárbaros atentados, con haber sido estos abominables. Porque era algo que caía sobre todos. Y fue la perpetua atmósfera del miedo. El miedo como un aire callado, denso e invisible que todo lo llenaba. En todos sitios, frente a cualquier desconocido por la calle que no sabías cómo pensaba, pero cuyos nexos con el terror no eran imposibles. Era sentir la maldad de la condición humana en uno de sus aspectos más impalpables, pero más eficaces. Porque la maldad absoluta existe. Nada de ese estúpido buenismo que divide a la gente en buenos y en enfermos. No. Hay enfermos y sanos. Y hay buenos y malos. El mal existe por desgracia, y a veces de forma casi total, como es el caso de ETA, con toda la ponzoña con la que impregnó e impregna a la sociedad, materializándose en complicidades, en cobardías, en mirar para otro lado, en minimizar su alcance, en la prisa por olvidar lo inolvidable… En resumen, en el implacable acanallamiento de todo un pueblo.

Y ahora, como remate, como verdadero tiro en la nuca a nuestra democracia, el tiro final, de lo que ellos tanto saben, ayudando a contaminar nuestra legislación, como no podía ser de otra manera en ellos, para que en el imaginario colectivo se difumine la miseria humana de los terroristas entre más pretendida miseria que quieren revivir o inventar para que se solape con la suya.

No es muy probable que estos tardoetarras y sobre todo sus originarios mentores peneuvistas hayan leído a Luis Cernuda, pero se saben de memoria ese verso suyo que habla de"…el viento del olvido, que cuando sopla, mata."

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