Francisco J. Ferraro

Hacia un Nuevo Orden Internacional

La tribuna

En un próximo futuro se intensificarán las diferencias entre las democracias liberales con economía de mercado y las autocracias con economías intervenidas

Hacia un Nuevo Orden Internacional
Hacia un Nuevo Orden Internacional

27 de marzo 2022 - 01:45

La invasión de Ucrania está provocando el aumento de los precios de la energía y restricciones en suministros alimentarios y de algunos metales, lo que está aumentando la inflación y frenando la recuperación económica. Pero los efectos más trascendentales se producirán en el medio plazo, pues la invasión es sólo la punta de lanza del objetivo final que persigue Rusia con la aquiescencia de China: poner fin al orden liberal que ha regido el mundo desde que terminó la Guerra Fría.

Rusia y China han tenido diferencias en el pasado, pero desde hace algunos años sus intereses han convergido. Rusia ha perdido relevancia mundial por su atrasada economía y por la pérdida de influencia en muchos países del este de Europa que se han incorporado a la Unión Europea y a la OTAN, lo que frustra al presidente Putin. No obstante, sigue manteniendo influencias en distintas partes del mundo y tiene un notable poder militar que ha ensayado en Chechenia, Georgia, Siria y Crimea.

China ha experimentado un desarrollo económico extraordinario en las tres últimas décadas, convirtiéndose en la gran fábrica del mundo al aprovechar las ventajas de la libertad de comercio, el reducido coste de su fuerza de trabajo, escaso respeto a las convenciones internacionales (derechos humanos, tecnología, medio ambiente) y un eficaz sistema de gobierno. Es la segunda potencia económica del mundo y aspira a superar a Estados Unidos en una década. El éxito económico ha propiciado un orgullo nacional personificado en Xi Jinping, que contrapone la decadencia de la democracia occidental con China: una democracia que funciona, como titula el reciente libro blanco de su Consejo de Estado. En los últimos años, tras las batallas comerciales con Donald Trump, las dudas occidentales sobre el surgimiento del Covid-19 y las críticas por el contencioso de Taiwán y la falta de respeto a los derechos humanos, Xi Jinping ha ido intensificando su pugna por el liderazgo internacional.

La convergencia de intereses de China y Rusia ha aumentado recientemente con la preocupación rusa por la posible incorporación de Ucrania a la UE y la OTAN, y la preocupación china por el pacto militar Aukus entre Estados Unidos, Reino Unido y Australia. Además, coinciden en el rechazo del dominio de EEUU del sistema financiero internacional y la imposición de estándares tecnológicos. La coincidencia de intereses se corroboró con la firma de una quincena de acuerdos el pasado 4 de febrero entre Putin y Xi Jinping, en el que expresaron que los lazos entre los dos gobiernos "no tienen límites", denunciaron que "ciertos países" intenten imponer sus "estándares democráticos", y asumieron como propias posiciones del otro en intereses geopolíticos clave: China declaró por primera vez su oposición a la expansión de la OTAN, Rusia expresó la suya al Aukus y también que Taiwán forma parte del territorio chino.

Por ello, para Putin y Xi Jinping la invasión de Ucrania es una batalla del enfrentamiento global. Su interés compartido es dividir el mundo en esferas de influencias: China gobernaría el este de Asia e influiría en otros países de distintos continentes, y Rusia tendría un veto en la seguridad europea, alejando la influencia de Estados Unidos. Un orden internacional que no incluiría valores universales o derechos humanos.

El mundo por venir no será igual al anterior a la guerra, y no sólo porque las heridas tardarán tiempo en cicatrizarse, sino porque la polarización que se estaba produciendo en el mundo se acentuará. El posicionamiento de Rusia y de China apunta a un nuevo orden internacional, que dividirá al mundo en autocracias económicamente intervencionistas y democracias liberales con economías de mercado, lo que puede significar el fin de la globalización que ha posibilitado la etapa de mayor crecimiento económico de la historia, gracias a lo cual más de mil millones de personas han salido de la pobreza.

Pero la desglobalización no será fácil porque la exigencia de cambios en las cadenas de suministros, mercados y organización de la producción requieren años, por lo que su sustitución por la autosuficiencia tendría un elevadísimo coste. Pero también la invasión rusa a Ucrania ha mostrado los riesgos de dependencia para Occidente de comerciar con adversarios. Por tanto, habrá que reconfigurar la globalización, limitando las exportaciones de las tecnologías más sensibles y diversificando los proveedores.

En consecuencia, la intensidad y la forma en cómo se produzca la división entre estos dos mundos van a determinar cambios de todo orden: reestructuración de las especializaciones productivas, de los flujos comerciales, de la tecnología, de los patrones de consumo, de la organización militar y de la movilidad internacional. Ahora sólo podemos especular sobre estas posibles tendencias, pero en la medida en que son cambios previsibles, bueno será que los responsables públicos, las empresas y en general toda la sociedad vaya teniendo conciencia para situarse más ventajosamente ante el futuro.

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