Tribuna

Fernando Iwasaki Cauti

Escritor

Universidad, crisis e IA

Si no se formulan en oposición al conocimiento, sino apoyándose en él, las competencias se erigen como el valor supremo de la formación

Universidad, crisis e IA Universidad, crisis e IA

Universidad, crisis e IA / rosell

Las universidades siempre están sumidas en algún tipo de crisis. Seguramente es culpa de sus gestores, con nuestras exageradas aspiraciones. Pero ahora, la inteligencia artificial (IA) viene a complicar el escenario.

El efecto disruptivo de la tecnología digital en el aula es bien conocido, pues desde la popularización de internet docentes e instituciones no cesan de replantearse las reglas del juego. La aparición de buscadores y enciclopedias en línea condujo a la devaluación del conocimiento formal por su facilidad de acceso y riesgo de plagio. Nos convencimos de que ya no sería el conocimiento, sino las competencias, lo que distinga al profesional bien formado. Nos alejamos tan aprisa del conocimiento "inerte" que incurrimos en dos sesgos: el adanismo, pues en los planes más antiguos siempre hubo evaluación por competencias, y un utilitarismo desmedido carente de soporte teórico. Si las competencias intelectuales requieren relacionar conceptos de múltiples maneras -causalidad, jerarquía, temporalidad, dependencia…- ¿cómo es posible hacerlo si los conceptos no han sido asimilados de manera sólida?.

Si no se formulan en oposición al conocimiento, sino apoyándose en él, las competencias se erigen como el valor supremo de la formación. Así lo consideran las normativas actuales, como el R.D. 822/2021 de regulación de la oferta académica universitaria, al hablar de un "enfoque formativo centrado en las competencias del estudiantado" mientras que en otros niveles educativos la nueva LOMLOE menciona la palabra "competencia" cuatro veces por cada una que se refiere al "conocimiento".

La formación competencial es más compleja de lo que se cree. En las redes abundan "expertos" que solo ven aprendizaje en las aulas si estas emulan con realismo la oficina o la fábrica. Lo cierto es que al crear las situaciones realistas y complejas de aprendizaje, podemos olvidar que la adquisición de competencias requiere un proceso gradual, desde el entrenamiento de la competencia sencilla y aislada -la académica- hasta la compleja e intrincada -la profesional-. En su aclamado libro How I wish I had taught maths, el matemático británico Craig Barton aporta evidencias abrumadoras en este sentido.

Ahora la tecnología, tras haber hundido el valor de cotización del conocimiento, comienza a golpear el sólido muro de las competencias. La IA adquiere cada pocas semanas nuevas y sorprendentes destrezas, siendo la muestra más reciente ChatGPT, un chatbot públicamente accesible de la compañía OpenAI. Millones de personas han conversado con este artificio, y a menudo han dado cuenta de sus errores. Se dice que habla "de oídas", y que es propenso a generar fluent bullshit. Pero como afirma Paul Krugman, sus competencias para el procesado de información en lenguaje natural son perfectamente comparables con las requeridas para un trabajo de oficina común. Sin comprender lo que hace, ChatGPT es competente para argumentar, parafrasear, resumir, traducir, estilizar el discurso, dar instrucciones paso a paso, mantener la coherencia, crear metáforas imaginativas, programar ordenadores y pronto sabremos qué cosas más.

Cabe preguntarse si, como consecuencia de estas novedades, la formación en competencias perderá su posición en el podio de la educación. ¿Hay algo más allá de la competencia que no esté, al menos actualmente, al alcance de estos algoritmos prodigiosos? Sin duda, la intelección profunda escapa a estas máquinas, pero ¿cuándo es realmente necesaria?. He encontrado una posible respuesta en el libro From Bacteria To Bach, del filósofo Daniel Dennett, quien sostiene que el mayor peligro de la IA no es que nos suplante, sino que nos convenza, erróneamente, de que es capaz de suplantarnos. Solo con comprensión y pensamiento crítico podríamos protegernos de ese riesgo. El entendimiento humano sería necesario, por ejemplo, para juzgar (mediante pruebas y preguntas) si un diagnóstico médico generado por computador está fundamentado o es una simple locura -más fluent bullshit- con aparente coherencia científica.

Las universidades están llamadas a encarar este nuevo reto si no queremos ser marionetas manipuladas por misteriosas cajas negras, imprevisibles en el mejor de los casos, malintencionadas o interesadas en el peor. Habrá que reforzar el conocimiento con comprensión y la competencia con conocimiento, evitando, eso sí, volver al viejo academicismo. Necesitaremos pensamiento humano, con el apoyo de la mejor tecnología disponible.

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