El centenario de Cristo Rey y la Hermandad de la Borriquita

Manuel Ramón Rosa Santiago

El origen del culto a la figura de Cristo Rey son los propios Evangelios, que ya nos relatan como los niños y los humildes de corazón tributan su particular homenaje a un Jesús que aparece como verdadero rey, entrando en Jerusalén sobre montura propia de líderes (jueces de Israel), pacífico y sabio –al estilo salomónico–, en el que se cumplen las profecías mesiánicas, y precedido por su fama y milagros. En dicha ocasión, los elementos de culto fueron bien simples: vestidos que alfombraban el camino, ramos de árboles y palmas, y alabanzas que remitían a los Salmos.

La fiesta de Cristo Rey fue instituida por Pío XI y tiene como primera referencia su encíclica Quas Primas del 11 de diciembre de 1925, hace casi un siglo. Tenía categoría de fiesta de primera clase, según el grado dentro de la antigua ordenación del Misal Romano. Se celebraba el último domingo de octubre antes de la reforma llevada a cabo tras el Concilio Vaticano II. Esta fiesta fue introducida en el año litúrgico como respuesta a la corriente laicista del momento. En este día se renovaba la consagración del mundo al Sagrado Corazón de Jesús. Como antecedentes a esta nueva fiesta tenemos: Epifanía - Domingo de Ramos (realeza mesiánica), Resurrección (realeza pascual), Ascensión (exaltación real) y las reminiscencias del Pantocrátor del Medioevo.

Pablo VI la instituyó como solemnidad (Nuestro Señor Jesucristo, Rey del Universo) a partir de 1969 y la trasladó al último domingo (trigésimo cuarto) del Tiempo Ordinario, siendo esta celebración la culminación del año litúrgico.

La liturgia propia del día comienza con una cita del Apocalipsis en la antífona de entrada que hace referencia a la alabanza que debemos a Jesús, el Cordero de Dios, nuestro Salvador. Más tarde, la oración colecta, proclama la eternidad del plan divino de salvación, fundado desde el principio en Cristo Rey. Los evangelios nos hablan de tres episodios diferentes: escatológico el correspondiente al ciclo A, que nos presenta a un Jesucristo Rey y Juez Supremo en la escena del juicio final, basado en el amor; en el ciclo B, encontramos la escena del interrogatorio de Pilato a Jesús, que expone la naturaleza del otro Reino del que afirma ser Rey; por último, el ciclo C nos presenta la escena del Calvario y un Jesús que se muestra no como rey terrenal, sino como Rey de misericordia. La oración sobre las ofrendas y la antífona de comunión tienen la unidad y la paz como centro, bienes que proceden del Señor, mientras que el prefacio hace un recorrido por la misión salvífica de Cristo y las características de su Reino. La oración después de la comunión pide a Dios que podamos participar de ese Reino en la otra vida.

El oficio divino, la liturgia de las horas, empieza con los himnos de vísperas y laudes. En ellos encontramos profesiones de fe en Cristo Rey, Señor de la creación, referencias al sacrificio redentor de la cruz; y alabanzas a la Trinidad. Las antífonas y salmos nos muestran al Rey de la paz, exhortan a la alabanza divina, y hablan de la eternidad y gloria del Reino. Las lecturas presentan a un Cristo soberano en su trono de gloria y Cabeza de la Iglesia, según la metáfora paulina.

En la Hermandad de la Borriquita, el culto a Cristo Rey siempre estuvo protagonizado por la celebración vespertina, en un principio de la fiesta y luego de la

solemnidad. Además, en los años iniciales de vida de la Corporación, los primeros viernes de cada mes se celebraban los llamados “Viernes de Cristo Rey”, en los que se rezaba un breve ejercicio en el oratorio y se entregaban a las familias unas pequeñas capillas provistas de cepillo con la imagen del Titular de la Cofradía. En el año 1992, se instauró el solemne triduo y se trasladó la Función Principal de Instituto a la víspera de la solemnidad, el último día del Triduo. A partir de 1995, hay que reseñar dos importantes hechos: la celebración de la solemnidad de Cristo Rey y de la Función Principal de Instituto el domingo por la mañana, siguiendo al Triduo, y el traslado del besapiés al mismo día. En este aspecto, debemos congratularnos por la numerosa asistencia que siempre han tenido los cultos consagrados al Señor, que aun fuera del Tiempo Cuaresmal congregan a multitud de cofrades y fieles en el Colegio La Salle-San José. Por otra parte, hemos de referirnos al acierto que litúrgicamente han supuesto dichas innovaciones, reconocido por fuentes diversas y apoyadas con la presencia de los prelados de la Diócesis de Asidonia-Jerez y de ilustres predicadores, tanto del clero secular como regular. Por último, señalar la importancia de los cultos celebrados durante el vigésimo quinto aniversario, cincuentenario fundacional, y setenta y cinco años. En 1999, la sagrada imagen se trasladó a la Parroquia de San Marcos y durante la tarde del 21 de noviembre el paso misterio procesionó hasta el monumento al fundador del Instituto de Hermanos de las Escuelas Cristianas, sito en Plaza del Mamelón. En la última efeméride citada, el traslado fue a la Parroquia de Nuestra Señora de la Estrella y San Juan Bautista de la Salle, y la procesión vespertina de vuelta tuvo lugar el 15 de junio de 2024, por calles de la Ciudad inéditas para el discurrir de la Cofradía.

Después de este pequeño recorrido cultual e histórico, sólo resta para concluir un comentario sobre el sentido de nuestra devoción a Cristo Rey. Como bien se dice en el Piadoso Ejercicio de su Solemne Triduo, aquélla reside en reconocer y acoger a Jesús como Rey de nuestras almas; desear que se realice ese Reino de vida, verdad, justicia, paz, gracia y amor. Adorar a Cristo como Rey es dejarse llevar por la voluntad y gracia divinas practicando la caridad, esa caridad que tanto hace falta en el mundo y, sin duda, el mejor culto que podemos ofrecer a Jesucristo.

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