Tribuna

Antonio Rivero Taravillo

Escritor

Las chaquetas de Fernando del Paso

Iba en la silla, empujado por un cuidador con chaqueta de color tabaco y pañuelo a juego, tal si el doméstico auriga quisiera emular la apostura del transportado

Las chaquetas de Fernando del Paso Las chaquetas de Fernando del Paso

Las chaquetas de Fernando del Paso / rosell

Crece el conocimiento de los autores hispanoamericanos en España, solar del que salió la lengua que ellos emplean con tanta riqueza. Menos luz recibe, sin embargo, la escritura de apenas hace unos decenios. A Fernando del Paso, por ejemplo, aquí se le ha leído poco.

Residente en la Guadalajara de Jalisco ¿cómo no iba a frecuentar Del Paso cada edición de su Feria Internacional del Libro, incluso cuando ya se halló postrado en silla de ruedas? No sin dificultades con el habla tras los ictus sufridos un año antes, en 2014 fue un gran, si breve, orador. Habló con firmeza ante la masacre de los normalistas de Ayotnizapa, exigiendo veracidad y justicia al presidente Peña Nieto, ese señor que en cuanto dejó el cargo se marchó a vivir a Madrid y adquirir propiedades de lujo tras deshacer su matrimonio con una actriz de telenovelas (quincalla que aquí la televisión pública sigue endilgando aun con un gobierno "progresista"). Cumplido su deber ciudadano, Del Paso desgranó en un discurso leído por el poeta Ángel Ortuño algunos recuerdos de Octavio Paz, cuyo centenario se conmemoraba. Pero fue en 2017 cuando lo importuné en uno de los pasillos reservados a los participantes.

Iba en la silla, empujado por un cuidador con chaqueta de color tabaco y pañuelo a juego, tal si el doméstico auriga quisiera emular la apostura del transportado. Por algún motivo nadie se dirigía a este, como si a todos cohibiera verlo de esa guisa. Con barba y bigote blancos, con cierta melena que era como una toga capilar de patricio, Del Paso lucía en aquella ocasión una chaqueta parcheada, más colcha de patchwork que chaqueta o saco, como en México y en el conjunto de Hispanoamérica se dice. Reunía la prenda ajedrezados y listas, junto a cuadros Príncipe de Gales. Agradeció que le dijera que era un admirador suyo de España, e intercambiamos unas palabras que deseé más prolijas. No le confesé que me sucede lo que a él: que no puedo ver la sangre (razón por la que él abandonó los estudios de Medicina y yo una vez me desmayé en un cine viendo Drácula y casi quedo del trompazo también para silla de ruedas).

Siendo llamativo aquel saco de telas minifundistas, poca cosa era comparada con los colores chillones lisos de los que el escritor gustaba, y gastaba, como pavo real y dandi verdadero: alguien que no se somete a la moda sino que la impone con sus caprichos. Al autor de Palinuro de México le dio por lucir americanas de color verde lima o caldera, más diferentes variaciones del arco iris: rosas, granates, amarillos. Era como imprecar al destino: "Me has limitado a esta silla, cabrón, pero no podrás chingar mi elegancia, mi coquetería".

Elena Poniatowska, que andaba por allí, lo saludó efusivamente y él acogió con resignación no poder levantarse, aunque poco habría hecho falta, por lo menudo de ella. Luego, cuando llegó la hora entró en el salón en el que había de tomar la palabra con Gonzalo Celorio, Rosa Beltrán y Élmer Mendoza. Se trataba de un acto de homenaje a Juan Rulfo en el que sonó el programa radiofónico que Del Paso grabó a la muerte del autor de Pedro Páramo, amigo suyo de quien también se celebraba, entonces, el centenario. Era el año dedicado a Madrid, y antes que escuchar a los escritores españoles en Guadalajara yo preferí empaparme de los mexicanos. No sé si esa misma tarde pude embobarme igualmente ante el verbo de Eduardo Lizalde, muerto en 2022, así como en el resto de jornadas sacar provecho de la cercanía de otros muchos compatriotas suyos.

Fernando del Paso fue poeta (una edición de sus estupendos sonetos me la regaló la escritora y periodista cultural Julia Santibáñez), pero sobre todo novelista, autor de Noticias del Imperio, sobre Maximiliano y Carlota, y José Trigo, acerca de la gran huelga ferrocarrilera de 1959 que a Carlos Fuentes ya no le dio tiempo a meter en su fresco histórico de la historia de México desde la época del Porfiriato y la Revolución hasta el sexenio de Miguel Alemán: La región más transparente. Fue autor además del drama en verso La muerte se va a Granada, sobre los últimos días de Federico García Lorca.

Premio Cervantes de 2015, Del Paso murió casi un año después de aquel encuentro entre las bambalinas de la FIL, hace un lustro, a solo diez días de que comenzara la siguiente feria, que tanto lo honró en sus actos. Fue miembro de la Academia Mexicana de la Lengua, una de las que concurren al Congreso Internacional que se celebra en Cádiz. De vivir y haber venido, ¿de qué color teñiría la fantasía sus chaquetas?

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios