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Tribuna

Jose Antonio Merat León

Periodista

Se contratan torpes

La gente se fue a las universidades, olvidó la Formación Profesional -los denostados módulos- y ahora sobran graduados y faltan "modulados"

Se contratan torpes Se contratan torpes

Se contratan torpes / rosell

Por mediación del INE, se conoce que el paro juvenil andaluz cerró el año al 33%. En la franja comprendida entre lo 20 y 24 años, uno de cada tres jóvenes de Andalucía no trabaja. Porque no quiere o porque no puede, pero no lo hace. Sin ánimo de ahondar en la herida, pasaremos rápido por la acuciante brecha de género que presentan estos números del último trimestre de 2022: el desempleo de ellas se coloca en el 39,33%; nosotros estamos en el 27,70%. Algo pasa.

Uno consulta estas cifras por puro masoquismo, saboreando el fracaso. En estos tiempos en que nuestro futuro arde, ver cómo el incendio se propaga nos quita la duda de si estaremos peor que ahora. Hemos tocado fondo, espero que no haya un sótano más. Y menos mal que no hay cifra de precariedad laboral juvenil, me dije con las estadísticas en la mano. Ya que algunos jóvenes trabajamos, cómo vamos a hurgar en las condiciones.

¡Pero trabajo hay! Hace pocos días, los montadores de la Feria de Abril pidieron públicamente incorporar "electricistas, fontaneros, pintores, decoradores y soldadores" para llegar a abril. ¿Cómo? Sí, sí, el sector productivo está preocupado porque faltan oficios. La gente se fue a las universidades, olvidó la Formación Profesional -los denostados módulos- y ahora sobran graduados y faltan "modulados".

¿Quién podría imaginarlo, verdad? No esperaba ver tan pronto las consecuencias de la titulitis, con sinceridad. Aunque, si desde que entramos en Primaria se denigra la Formación Profesional, nos dicen que eso es para los que catean y que el éxito está en acumular Grados, lógico. En Sevilla, con cuatro centros formando en Periodismo o Comunicación, sobran periodistas y faltan realizadores. Situación extensible al resto de ciudades, seguro.

El estigma que lleva implícita la Formación Profesional ha hecho mella en mi quinta. Como consecuencia de crecer en plena crisis financiera mundial -la generación 1995-2000 llevamos empalmando crisis desde que tenemos uso de razón-, teníamos que sobre cualificarnos para encontrar trabajo. Es habitual encontrar a un -o una- joven de veintipocos que hable tres idiomas, doble grado, un par de másters y tres años de becario.

Recuerdo estar sentado en mi pupitre y escuchar a un profesor: "Si no aprobáis mi asignatura, mejor que nos os vayáis a un módulo". Lo decía porque era muy fácil, claro. Faltan técnicos de radiología, una FP, y hay médicos residentes que pasarán lustros cubriendo bajas; sobran interioristas y se buscan carpinteros; lo mismo con ingenieros y mecánicos; arquitectos y albañiles y una lista de ejemplos que también servirían. Buscamos a los torpes que suspendían en la ESO y tuvieron que meterse en un módulo porque no les daba la nota para una carrera, podría ser el titular. Qué paradoja. Como no queríamos ser los señalados del grupo de amigos, los del módulo, fuimos corriendo a la primera facultad que nos abría las puertas.

La culpa no es de nadie y de todos al mismo tiempo. Nuestra, por tomar los trajes y las corbatas que iban a hacernos directivos de flamante éxito, y de nuestros educadores, por decirnos que había trabajos para clases altas, medias y bajas. Los oficios llevan mucho tiempo sin dignificarse como es debido y, ahora, nadie los quiere. ¿Quién iba a formarse como técnico en comercio exterior, pudiendo ser economic junior consultant? No hay color.

No esperéis que nuestra generación, tras un Doble Grado, máster y dos C1 en inglés y francés -no es mi caso-, rebobine su vida académica para hacer una Formación Profesional e incorporarse a un mercado que demanda empleo. Esperaremos hasta que el fuego se apague y, sobre las cenizas, buscar un agujero en el que poder meternos. Si además no importamos talento, esos oficios quedarán vacantes.

A futuro, los centros educativos podrían promocionar y crear afinidades a otros empleos y trabajos que no sean ingenierías, analistas bursátiles o fundadores de startups. Tengo todo el respeto y admiración por esos currículums, pero el INE nos ha demostrado que sobran. Las desgarradoras cifras de empleo juvenil nacional y andaluz deberían servirnos para eliminar estigmas inútiles y catetos; que los módulos no sean contenedores "para torpes".

Además de prejuicios sociales, me refiero también a los económicos. Desconozco el poder adquisitivo que ofrecen los trabajos germinados en la FP, pero estaría bien demostrar que no vamos a tener una casa mejor y más grande por sacarnos un Grado en lugar de un módulo. Vamos a las tonterías para los torpes de verdad.

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