Isidoro Moreno

Fuera de control

La tribuna

Fuera de control
Fuera de control / Rosell

20 de julio 2023 - 00:15

Hace unos días, el Secretario General de la ONU, António Guterres, ha declarado que “el cambio climático está fuera de control”. Añadiendo: “Si persistimos en retrasar las medidas clave que hacen falta, estamos entrando en una situación catastrófica”.

En Andalucía, la Península Ibérica en general y muchos otros lugares del planeta (casi toda Europa y buena parte de Norteamérica y China) estamos sufriendo este año, desde el mes de abril, unas temperaturas que nunca se habían dado y soportamos olas de calor casi sin tregua que tienen efectos no solo sobre la agricultura y el medio ambiente sino sobre nuestra vida diaria y nuestra salud. Según fuentes médicas autorizadas, el año 2022 murieron en Europa a causa del calor más de 60.000 personas, de ellas 11.324 en el Estado español. Un dato que debería activar todas las alarmas.

Sin embargo, pocos políticos aspirantes a gobernarnos se han tomado esta realidad como lo que es: la más importante amenaza para el futuro de nuestras sociedades. Prácticamente, ni una palabra sobre el tema en el famoso debate Sánchez-Feijóo y muy pocas alusiones, cuando las hay, en los programas de los partidos. Esto no es nuevo: ya en los años 70 del siglo pasado, muchos científicos dieron la voz de alarma advirtiendo que los desechos industriales, como el dióxido de carbono liberado en la quema de combustibles fósiles, pueden tener consecuencias en el clima que son una amenaza para la sociedad futura. Pero sus voces apenas tuvieron eco, en parte por el presentismo en que se mueven los profesionales de la política, a los cuales solo preocupa lo inmediato, y en parte por la generalizada fe ciega en que la tecnología es capaz de resolver todos los problemas que puedan presentarse.

Los intereses de las grandes corporaciones han tenido un papel muy importante no ya en la negación de lo evidente, sino en la siembra de dudas sobre las causas de ello. Los profesionales a sueldo (directo o indirecto) de esos intereses no han cesado de introducir confusión aduciendo que no existen suficientes pruebas para atribuir dicho calentamiento a la acción humana. Se repite lo que ha venido ocurriendo durante décadas con la relación entre tabaquismo y cáncer de pulmón, o entre niveles de radioactividad o uso intensivo del DDT y salud humana: se utiliza la estrategia de que, supuestamente, no hay pruebas concluyentes para afirmar la existencia de una relación causa-efecto.

Sin embargo, no existe hoy la menor duda de que el calentamiento climático es antropogénico, es decir, producido por la acción humana y no por el sol u otros elementos naturales. Si el sol fuera el responsable, se calentarían por igual la estratosfera (que es la capa más exterior de la atmósfera) y la troposfera (que es la capa interior, con la que estamos en directo contacto). La realidad es que solo se calienta esta, precisamente porque el CO2 es un gas que atrapa el calor y le impide escapar al exterior, lo que produce un efecto invernadero. Las consecuencias las estamos ya sufriendo: además de la subida generalizada de la temperatura, hay un cambio drástico en el régimen pluvial extremando las sequías y también las lluvias catastróficas. El casquete polar Ártico está desapareciendo y grandes bloques de la Antártida se están desgajando, lo que hará subir el nivel de los mares de forma que las aguas anegarán las costas donde viven miles de millones de personas, mientras que otras tantas tendrán que emigrar forzosamente porque sus tierras se desertifican. Todo ello no ya en un hipotético futuro sino hoy mismo o en un plazo muy próximo.

De forma insensata, las medidas para evitar todo esto han sido escasas. Y hoy, a lo más, se está actuando sobre algunos síntomas, pero poco sobre el conjunto de causas. Incluso podemos leer declaraciones tan insensatas y anacrónicas como la del presidente de los regantes andaluces afirmando que “el medio ambiente no puede estar por encima del hombre”. No ha entendido nada de lo que está ocurriendo, obcecado por la idolatría a un productivismo que va a hacerse cada año menos posible porque es agente principal de la desertificación de los suelos en Andalucía. Y quieren utilizar la poca agua que aún queda en el subsuelo para acentuar la espiral de crecimiento insostenible del regadío, una extensión que nunca debió permitirse pero que tanto el PSOE como el PP, en sus etapas en la Junta, aceptaron. Y el problema no refiere solo al ámbito de Doñana, porque a lo largo y a lo ancho de nuestro territorio, incluido el desierto almeriense de Tabernas, se han multiplicado las hectáreas de regadío para cultivos hiperintensivos, a sabiendas de que cada año habrá menos agua y de que el cambio climático “está ya fuera de control”. Quieren insistir en un camino que fácilmente puede llevarnos a la catástrofe.

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