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Los ciudadanos tenemos la sensación de vivir en tensión electoral permanente. Se ha impuesto un modelo de información política que rellena las páginas de los diarios, y muchos minutos y horas radiofónicos o televisivos. Vivimos en una sociedad y en un Estado democrático, monarquía parlamentaria, en el caso de España, en la que el rey ejerce la función de jefe de Estado bajo el control del poder legislativo y el poder ejecutivo, donde el rey reina, pero no gobierna. Para evitar confusiones, quien esto escribe se considera republicano, pero acepto el sistema que tenemos con sus luces y sombras, mientras no se produzca una reforma de la Constitución del 78, que en algunos aspectos requiere con urgencia ser actualizada.
Según la RAE, Política en una de sus acepciones es: Actividad del ciudadano cuando interviene en los asuntos públicos con su opinión, con su voto, o de cualquier otro modo.
¿Los políticos actuales nos representan? Los enfrentamientos, los insultos, las diatribas, los guirigais en el Parlamento y fuera de él, nos representan? Ya en 1991, en Ética para Amador, Fernando Savater escribió: "Ahora bien: ¿por qué tienen tan mala fama los políticos? A fin de cuentas, en una democracia, políticos somos todos, directamente o por representación de otros. Lo más probable es que los políticos se nos parezcan mucho a quienes les votamos, quizá incluso demasiado; si fuesen muy distintos a nosotros, seguro que no les elegiríamos para representarnos en el gobierno".
En Andalucía nos hallamos en un proceso electoral para elegir el Gobierno de la Junta. El Gobierno saliente, PP y Cs, con el apoyo parlamentario de Vox, recordemos que los tres votaron la proposición de Ley insensata, con la abstención del PSOE, que tiene guasa, para facilitar el acceso al agua de 1.500 agricultores en la Corona Norte de Doñana cuando en 2014 se acordó cortar el grifo, porque no hay agua, pues bien, este Gobierno se somete al refrendo o a la reprobación de los ciudadanos en estas elecciones. Para los ciudadanos de un país democrático, ésta es la mayor oportunidad para ejercer su libertad de elegir a los partidos y candidatos por los que sientan más simpatía o cercanía ideológica. El problema de las campañas electorales y de los resúmenes que los medios de comunicación nos hacen, con imposiciones de la Junta Electoral y de los partidos a los medios, enviándoles sus propios resúmenes, con criterio propagandístico, y no informativo, algo que es rechazado por la profesión periodística, es que el ciudadano no se entera de las propuestas políticas. Los programas de los partidos se ocultan ante el ruido de los enfrentamientos y las declaraciones ofensivas y descalificadoras de unos y otras. Los titulares en la campaña amplifican la bronca y el "tú más". Y en esa ceremonia de la confusión, muchos de quienes pueden ejercer su sagrado derecho al voto, no saben realmente que programa de gobierno van a votar. Se vota a derechas o a izquierdas, o a otros partidos con matices intermedios o más radicales, pero también hay quien no vota, o vota en blanco, empujado por el rechazo, la desidia o las ganas de playa. Las políticas a aplicar, brillan por su ausencia en estas campañas donde priman la confrontación y el enfrentamiento. Aristóteles en su Moral a Nicómaco, nos dice al respecto: "La prueba es que nunca se ve que los hombres de Estado escriban ni hablen de Política, por más que por ello les redundaría más honor que el que procuran las arengas ante los tribunales y ante el pueblo". Y entre lo que los candidatos nos ocultan sobre sus intenciones de Gobierno y lo que los medios nos ofrecen sobre sus disputas, los ciudadanos, me temo, no tienen la suficiente información para votar en conciencia. Sólo en esos debates televisivos en lo que se enfrentan los varios candidatos, para hablar de sus propuestas temáticas, podemos ver o intuir por donde respira cada aspirante. Y luego están las redes con sus mentiras y falsificaciones que engañan y confunden al personal; recordemos las noticias falsas difundidas en las redes por los fontaneros de Trump en la campaña que le llevó a la Casa Blanca, o las que fomentan Bolsonaro y su tropa en Brasil, para confundir a la opinión pública y poder perpetuarse en el poder.
En Andalucía, nos jugamos mucho en estas elecciones. Ni más ni menos que cuatro años de gobierno. Las encuestas previas tratan de marcar tendencia. Los partidos se movilizan para obtener votos en cualquier caladero indeciso o no bien informado. A la parroquía fiel no hace falta convencerla. Hay que convencer a aquellas capas electorales que se hayan confundidas entre las propuestas veraces y comprometidas, frente a soflamas y promesas que ocultan la verdad, y juegan con datos y argumentos engañosos, con tal de obtener votos de la gente noble, trabajadora y confiada que sólo aspira a vivir dignamente en un mundo cada vez más complejo, individualista e insolidario. Lo que la gente urbana y rural quiere, es pan, trabajo, libertad, y mejores servicios públicos sanitarios, educativos y sociales que tanto nos ha costado conseguir tras la dictadura franquista y la ejemplar transición democrática, y que ahora se ven amenazados por el fantasma de la privatización. En estas elecciones hay lobos disfrazados con piel de cordero. Hay que saber distinguir entre quienes hablan con sinceridad y responsabilidad y entre quienes engañan y tergiversan con tal de conseguir el disputado voto del Sr. Cayo, ¿recuerdan la película de Antonio Giménez Rico, basada en la novela homónima de Miguel Delibes? ¡No te dejes engañar y acude a votar con responsabilidad!
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