Alfonso Lazo

Una guerra cultural

La tribuna

Cuando el Dios cristiano desaparece queda sustituido de inmediato por Maradona o por benéficos alienígenas. No se puede vivir sin dioses ni sin los ritos propios de las religiones

Una guerra cultural
Una guerra cultural

20 de marzo 2022 - 01:39

Los tiempos políticos de las persecuciones pasaron a la historia después de la caída del muro de Berlín. Ahora el perseguidor ya no utiliza la violencia directa y publicitada: cristianos a los leones, el Gulag, el Holocausto judío, los encarcelamientos de periodistas díscolos y la voladura de periódicos... Ahora, la persecución es mucho más elegante y extirpa a los molestos con las armas del desprestigio y la manipulación del imaginario colectivo. En Europa, con España a la cabeza, su palenque preferido es la guerra cultural; la implantación de un pensamiento único que separa lo bueno de lo malo en el lenguaje común, en el arte, en las creencias, en la literatura, el cine, el teatro, la enseñanza o en la narración de la Historia.

El mejor ejemplo de esa estrategia metapolítica se hace visible hoy en la hostilidad hacia la Iglesia, hostilidad que ha encontrado su filón en los casos de pederastia entre los clérigos de hace 50 años. Una hostilidad sana, salvadora e inevitable desde cierto punto de vista político y mediático.

La religión (o la no-religión) es el centro de toda cultura, puesto que el sentimiento religioso resulta inseparable de la actividad cerebral de los humanos, ya sea el resultado de la evolución, ya sea la huella impresa de una deidad en nuestra frente; por eso, cuando el Dios cristiano desaparece queda sustituido de inmediato por Maradona o por benéficos y sabios alienígenas. No se puede vivir sin dioses ni sin los ritos propios de las religiones.

Existen distintos estratos de lo religioso que exigen diferente tratamiento para su eliminación piadosa sin provocar traumas colectivos. En el caso del cristianismo está muy claro. El cristianismo popular de romerías no inquieta a nuestros señores que lo ven como folklore y atracción para turistas. Lo que les aterra es el pensamiento religioso de alto rango y que, precisamente ahora, ofrece síntomas de un rejuvenecimiento filosófico que despierta el interés de una minoría científica e ilustrada. En cualquier caso, debemos comprender las esclarecidas razones del anticristianismo militante.

En la historia del cristianismo hay un momento difícil de precisar por la cronología, -quizás hacia el siglo IV y por influencia del ascetismo extremo de los llamados ginosofistas de la India-, en el que una religión de amor y alegría por la experiencia de la resurrección se convierte en una Iglesia del dolor que exige de sus fieles sufrimientos y penitencia. Fue un giro de muchos grados, pues la figura histórica de Jesús no es la de un asceta. Sus enemigos lo acusaban de bebedor y glotón; le gustaban las bodas, banqueteaba con "pecadores" y cuando una mujer le lavó los pies y derramó sobre ellos un carísimo perfume la elogió por lo que hacía. Jesús no pide a sus seguidores que se torturen y hagan sacrificios innecesarios (sí para ayudar al prójimo). A diferencia de la Iglesia posterior que llegó a considerar el sufrimiento como algo bueno en sí para ofrecérselo a Dios, Jesús no pide al leproso que ofrezca sus llagas ante el altar del Templo, sino que lo cura. Para qué iba a querer Yavé unas llagas.

Cierto que la Iglesia hace mucho que abandonó el discurso de las lágrimas y el dolor, mas quedó sellada su imagen. De modo que ha sido inevitable -desde una perspectiva laica- que el ateísmo llegado al poder pretenda liberar al ciudadano creyente de un cristianismo cruel; liberarlo por su bien, no por la fuerza, por mucho que tal supuesta liberación le cause un dolor mayor que todas las penitencias al privarle de cualquier esperanza con el anuncio de una inexorable nada futura. Sin duda, la Iglesia cometió en el pasado un error; pero también se pone de manifiesto hoy la supina ignorancia de un poder político-mediático que desconoce la historia del cristianismo y su papel civilizador. Y no hablo sólo de civilización cristiana.

En todas las teofanías de las grandes religiones se invoca el "Conocimiento" como el origen del cosmos. "En el principio existía el Logos (la Razón) /y la Razón estaba junto a Dios /y la Razón era Dios…" canta el himno que abre el Evangelio de Juan. O la teología de los Vedas indios que coloca la "Conciencia" al inicio de las cosas. Razón y Conocimiento. ¿Nos querrán liberar también de eso? "Detesto el cristianismo porque el hombre ocupa en él un lugar central" (Cioran).Tal vez, en esta guerra cultural que ellos mismos alimentan los adversarios de la religión deberían ilustrarse un poco más.

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