La tribuna
¿Hacia una autocracia populista?
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La presentación del Anuario Joly 2022 en un salón del hotel Alfonso XIII resultó un rotundo éxito. Tras sendas interesantes y valientes exposiciones del profesor Ferraro, el presidente del grupo editorial y el representante de Telefónica, cerró el acto el presidente de la Junta de Andalucía, popularmente conocido como Juanma. Como miembro del gremio (aunque jubilado), me interesó especialmente su anuncio de una "revolución educativa", con énfasis en la Formación Profesional. Casi de pasada también mencionó que era necesario mejorar la actividad de las universidades en lo relativo a la formación de profesionales en el campo de la ciencia y la técnica. En esa línea, aseveró que era conveniente potenciar la relación entre las universidades y las empresas, especialmente con aquellas que usen con suficiente intensidad conocimientos avanzados. Pidió suave y brevemente la colaboración de los rectores en ese empeño, de lo que intuí que no estaba satisfecho de su actitud en la pasada legislatura. Pesquisas posteriores me permitieron confirmar que, en efecto, una reforma parcial universitaria en preparación no pudo ser culminada por la reacción de distintos universitarios a sus contenidos. Sin otro ánimo que aportar una modesta idea que podría ayudar a lograr los objetivos deseados, estimo que podría ser de interés, antes de legislar al respecto, elaborar un libro blanco de las universidades andaluzas. Algunos precedentes abonan la utilidad de ese enfoque. El Proyecto de Investigación de Nuevas Tecnologías en Andalucía (Pinta), encargado por el Gobierno a un equipo dirigido por el profesor Castells (luego ministro de universidades), en el que participó Ferraro, facilitó el traslado de la Escuela de Ingenieros, la instalación de centros del CSIC y la creación de un parque científico en la Isla de la Cartuja tras la Exposición Universal del 92. El conocido Informe Bricall sobre las universidades españolas también fue bastante útil cuando el que suscribe presidió la Conferencia de Rectores de las Universidades Españolas. Para mejorar el sistema universitario catalán, ahora quizás el mejor de España, el catedrático de Economía Mas-Colell encargó el oportuno libro blanco.
Lo usual es encargar ese tipo de estudios a un pequeño equipo interdisciplinar de especialistas competentes, dirigido por alguien con la suficiente autoridad científica y motivación para movilizar y coordinar los estudios parciales. Sería casi imprescindible que los pocos varios expertos perteneciesen a diferentes universidades o trabajasen en distintas provincias. Sería un error que la redacción del libro blanco estuviese directamente dirigida por la persona que se haga cargo de la Consejería de universidades, o ni siquiera de la dirección general, sin perjuicio de que esos responsables políticos mantengan una interlocución frecuente y franca con el responsable del equipo. La experiencia muestra que el hecho de que no sean los cargos políticos quienes se entrevisten directamente con los responsables universitarios para recabar datos y opiniones, sino que esa delicada tarea la hagan los expertos, facilita el flujo de la información y libra al consejero de sufrir periódicamente los inevitables puntos de fricción entre los puntos de vista de los redactores y los de los varios colectivos universitarios afectados por el libro blanco.
En ese libro blanco habría que analizar cuestiones tales como el estado de la financiación de las universidades y sus fuentes, el rendimiento de las inversiones y los gastos en materia de universidades, las disfunciones, carencias y vectores de mejora del mapa de títulos andaluz; la relación entre las universidades y las empresas, los instrumentos para realizar trasferencia de tecnología y de todo tipo de conocimientos al tejido productivo...
Objetivos tales como definir y mejorar el mapa de títulos, e incluso la conveniencia de crear la Universidad Politécnica de Andalucía, serán difícilmente alcanzables sin una tarea previa similar a la elaboración del libro blanco. Téngase en cuenta que la función de los expertos no sería solo recabar información, estructurarla, realizar comparaciones con otros sistemas universitarios, y sugerir propuestas para mejorar el andaluz, sino también una paciente labor recíproca de información a los rectores y otros responsables universitarios, e incluso de persuasión cuando las condiciones lo faciliten. Es imprescindible que los rectores capten que las posibles reformas no persiguen agredir la autonomía universitaria, procurando además que colaboren en lograr los objetivos por el bien de la sociedad andaluza, objetivo último de las universidades. No olvidemos que las universidades no se crean ni se financian para el uso y disfrute de los universitarios, sino para cumplir, con la máxima calidad que los recursos disponibles permitan, sus importantes funciones docentes, investigadoras, innovadoras y culturales. En corto, las universidades no son de los universitarios y para los universitarios, sino de la sociedad y para la sociedad a través de los universitarios. De ahí que las personas que presidan los consejos sociales de las universidades también tendrían que ser interlocutores de los expertos. Dicho esto, el presidente dirá.
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