Tribuna

Pablo Antonio Fernández Sánchez

Catedrático de Derecho Internacional Público y Relaciones Internacionales

El mapa estratégico global sin Europa

El mapa estratégico global sin Europa El mapa estratégico global sin Europa

El mapa estratégico global sin Europa / rosell

Da miedo ver la situación estratégica mundial y observar cómo el posible campo de batalla se sitúa, una vez más en Europa. Sin embargo, esta vez, las miradas tácticas apenas se ubican en nuestro continente.

El Presidente Putin, cada día, aspira a "sovietizar" más a Rusia, con lo que ello implica en el tablero estratégico mundial, pero, sobre todo, europeo. Estados Unidos carece, en estos momentos de interés político sobre las dos cuestiones que ocupan al soberano de todas las rusias: Ucrania y Kazajistán. Ello es porque ha perdido sus objetivos de supervisión de todos los elementos de la estrategia política global, por centrarse únicamente en su competidor directo: China.

Es verdad que la OTAN se está empleando en Ucrania pero se está empleando dialécticamente. No va a tener ni voluntad política ni capacidad operativa para intervenir, si las circunstancias lo requirieran.

Mientras tanto, la Unión Europea espera, sometida a la presión del pulso energético de Rusia hacia los Estados consumidores de su gas y su petróleo. Es patético como la UE se abandona en ridículas discusiones y en la defensa de posiciones individuales, sin réditos ni credibilidad. Mientras Boris Johnson (ya se que no es de la UE pero si lo es de Europa) continua con sus ridículos planteamientos; Alemania y Francia se entretienen con sus juegos de malabares; Italia y España se muestran como si la cosa no fuera con ellos; y el resto de los Estados europeos tratan de que no se note su lugar en el mapa para no molestar. Sin embargo, el mundo se está reordenando. Ya no sirven los planteamientos de Yalta ni siquiera los de la Carta de las Naciones Unidas de 1945.

Estados Unidos mira únicamente hacia China. América Latina está completamente olvidada a su suerte. África ni existe, más que para la conquista neocolonial de los nuevos poderes emergentes de China, quizás de nuevo Rusia y algo en lo que pueda intervenir los Estados Unidos.

Por primera vez en la historia occidental, Europa va a quedar relegada del tablero mundial, limitándose a observar como la saquean y cómo se queda sola, desvalida, o, con mucha suerte, como lugar museo y de espectáculo para el ocio de los ciudadanos de las grandes potencias.

Como he dicho al principio, me da miedo este escenario, por ello, le pido a nuestros dirigentes que se apresuren a mostrar interés inmediato, a ser un actor global, a aportar aquello de bueno con lo que podemos contribuir a los asuntos globales, porque el mundo, sin Europa, será menos apetecible. Nosotros aun tenemos los valores de los derechos humanos, del estado de derecho, de la defensa de la naturaleza. Y sin ellos, este mundo será un mundo mucho menos apetecible.

Por supuesto que los ciudadanos tenemos una corresponsabilidad en estas cuestiones. Nuestros gobernantes, bastante miopes, por cierto, sólo están atentos a los acontecimientos que pueden enturbiar sus próximas elecciones, pero los asuntos globales, son para hipermétropes, que vean mucho más allá de dichas elecciones porque está en juego el modelo de vida, salvo que nos quieran sacrificar como carne de cañón de perdedores. Nuestros viejos imperios saben de todo eso y, por ello, debemos reaccionar. Exijamos a nuestros gobernantes que se apunten a que la UE sea un actor global para evitar una tragedia, cuyo primer acto está a punto de comenzar.

Ni siquiera en lo económico hemos sabido rentabilizar nuestros recursos. Los efectos de la globalización han beneficiado a otras economías más competitivas o abiertas. Cualquiera puede ser consciente de la dependencia farmacéutica durante la pandemia, incluso de investigación o de fabricación de útiles médicos necesarios. Y, mientras el precio de la luz en España obliga a la Central Térmica de Los Barrios a reabrir (sí, la de carbón), China ya ha experimentado con la fusión nuclear como energía limpia, de verdad, no como la fisión nuclear a la que la Comisión Europea quiere llamar verde.

En los últimos dos años, hemos demostrado que, en poco tiempo, éramos capaces de invertir nuestras debilidades y convertirlas en oportunidades. Hemos reconvertido industrias, hemos instalado nuevas fábricas, hemos producido vacunas y estamos a punto de ensayar nuevos modelos de inmunización. Si somos capaces de todo ello, por qué esperamos al colapso. ¿No hay nadie que pueda prever estas cuestiones? Para qué sirven los miles y miles de asesores, think tanks, cargos políticos, etc. etc. que reciben dinero de los ciudadanos para que estén atentos a estas cuestiones y puedan predecir las circunstancias que se aproximan.

Es urgente, extremadamente urgente, una mirada estratégica a todo lo que sucede en el mundo y un marco de decisión para una actuación conforme a nuestro recorrido histórico que sitúe a Europa en el lugar central que le corresponde porque si abandona ese lugar, será ocupado por otros, que quizás, no tengan los mismos valores e intereses.

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