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Tribuna

FRancisco Ferraro

Miembro del Consejo Editorial del Grupo Joly

Ante una nueva era de proteccionismo

Las medidas adoptadas por Estados Unidos pueden provocar una espiral proteccionista con efectos negativos para todo el mundo

Ante una nueva era de proteccionismo Ante una nueva era de proteccionismo

Ante una nueva era de proteccionismo

Desde los albores del capitalismo la tensión entre proteccionismo y librecambio ha dominado el debate económico. Adam Smith y la escuela clásica hicieron una brillante defensa de las tesis librecambistas basada en la eficiencia de los mercados, pero la ambición de estas ideas ha sido con frecuencia domeñada a lo largo de la historia por el pragmatismo coyuntural o por la defensa de empresas y sectores económicos frente a la competencia internacional. Tras la Segunda Guerra Mundial el mundo se fue abriendo hacia la libertad de comercio, a lo que contribuyó decisivamente el Acuerdo General sobre Aranceles de Aduana y Comercio, que posteriormente se transformaría en la Organización Mundial de Comercio, que propiciaron la fase de mayor crecimiento de la economía mundial, y que cientos de millones de personas salieran de la pobreza.

Sin embargo, en los últimos quince años diversos desajustes han cuestionado las bondades del librecambio y la globalización. Entre ellos, el ascenso de China a gran potencia mundial basada en su extraordinario crecimiento económico y desarrollo tecnológico, sobre los que ha construido sus ambiciones de gran potencia mundial con creciente beligerancia frente a los países democráticos desarrollados. Por su parte, los países desarrollados, singularmente EEUU, han sufrido el malestar de la globalización encarnado en parte de su clase media, que ha sufrido la deslocalización de empresas y la presión a la baja de la renta de amplios sectores sociales. Pero ha sido el creciente liderazgo tecnológico de China en algunos sectores lo que propició las primeras medidas proteccionistas del gobierno de Trump. Tras ellas, y con las experiencias en los últimos años del Covid, las interrupciones en cadenas de suministros y el posterior alineamiento de China con Rusia con la invasión de Ucrania, el marco geopolítico ha ido tendiendo hacia un nuevo mundo bipolar que, simplificadamente, enfrenta a las autocracias con las democracias liberales, bipolaridad en la que subyace la competencia tecnológica y por el liderazgo económico del mundo entre las dos grandes potencias.

Si bien la orientación política de Joe Biden es muy diferente a la de Donald Trump, los condicionantes económicos y tecnológicos apuntados han propiciado que en los dos últimos años adoptase una potente política industrial proteccionista para enfrentarse al desafío tecnológico de China con los objetivos de relocalizar industrias en su territorio, reducir los riesgos de interrupción de las cadenas de suministros, contentar a sectores de clases medias con más empleos locales e impulsar la economía verde. Para ello, el Congreso ha aprobado tres proyectos de ley (infraestructuras, chips para la fabricación de semiconductores y tecnologías verdes) con un presupuesto de dos billones de dólares en inversiones y en multitud de subsidios a empresas para estimular una nueva reindustrialización. Además del gasto público, la nueva política proteccionista estadounidense se instrumenta con restricciones a la importación y exportaciones de ciertas tecnologías y con la obligación de que las materias primas y gran parte de los productos intermedios y componentes para las nuevas industrias sean estadounidenses.

Las iniciativas proteccionistas del Gobierno de Estados Unidos violentan las reglas de la competencia y del comercio internacional que trabajosamente se han venido construyendo desde la Segunda Guerra Mundial, por lo que los gobiernos de todo el mundo han venido planteándose la respuesta a estas iniciativas. Este es el caso de la Unión Europea, que pasó de la preocupación a la decisión de la Comisión Europea de defender la competitividad de sus empresas flexibilizando las restricciones a las ayudas de Estado a través de subsidios y exenciones fiscales. Iniciativa que ha contado con el impulso de Alemania y Francia, pero de la que recelan los países de menor tamaño y de menor músculo financiero (entre ellos España) por los efectos asimétricos entre países y las distorsiones que pueden provocar en el mercado único, por lo que la Comisión trata de definir una línea de recursos europeos para instrumentar la nueva línea de política industrial en todos los estados.

También otros países se plantean políticas proteccionistas para sus industrias, por lo que las instituciones internacionales alertan sobre los riesgos que la espiral proteccionista puede producir en el mundo, pues la generalización de subsidios nacionales y las limitaciones al comercio provocarán elevaciones de los costes, obstáculos a la innovación, menor crecimiento económico, mayores riesgos para la seguridad internacional y dificultades para la colaboración en problemas globales

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