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El pasado martes, día 6, los europeos tuvimos que presenciar un nuevo desprecio a la Comisión que representa la imagen de lo que es la Unión Europea. Ya anteriormente, el Alto Comisario para la Política Exterior europea, Josep Borrell, tuvo que soportar las impertinencias del ministro de Asuntos Exteriores de Rusia. En Moscú fue el desprecio hacia los valores europeos y el intento de desacreditar la democracia española por parte de un miembro de un gobierno que formalmente es democrático, pero que funcionalmente se aproxima más a un régimen de corte autoritario. En Ankara, el presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, ignoró a la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, mientras le ofrecía un asiento a la altura y a la medida del que iba a usar el déspota, al presidente del Consejo Europeo, Charles Michel.
Tratándose de las dos autoridades más importantes de la Unión Europea y estando ambos representantes al mismo nivel protocolario, habrá que preguntarse por las razones que animaron al turco a apreciar a uno y despreciar a otra.
Una posibilidad sería la distinta nacionalidad de ambos políticos europeos. Michel es belga y Von der Leyen es alemana. Hay que descartar esa posibilidad, porque no suele ser habitual que viniendo ambos de dos democracias consolidadas, se dé mayor preferencia a una que a otra. Y si no es la nacionalidad, ¿qué otro factor podría explicar lo que a todas luces parece inexplicable? No se me ocurre otra que la real: Michel es hombre y Von der Leyen es mujer. De nuevo el machismo hizo su aparición por donde ¿menos? se esperaba. Cualquiera sabe que en Turquía la mujer sigue teniendo un papel secundario y sigue siendo considerada propiedad del padre o del marido. Cualquiera lo sabía, menos Michel y Von der Leyen. Cualquiera lo sabía, menos los diplomáticos que trabajan para ellos, que ganan buen sueldo en las instituciones europeas, y que no habían previsto un gesto de ese o de cualquier otro tenor.
El gesto de la presidenta de la Comisión, recogido en todos los informativos y redes sociales, indicaba que no se esperaba semejante afrenta y desprecio. Si lo hubieran previsto, Von der Leyen no hubiera tenido un solo segundo de vacilación al buscar un sitio en el que sentarse. Si lo hubieran previsto, Michel no hubiera tenido el descortés gesto de mantenerse espatarrado en el sillón que le ofreció Erdogan mientras su colega dudaba acerca de su situación.
Ursula von der Leyen hizo lo que seguramente le aconsejó su condición femenina. Han sido tantos siglos de marginación que la genética femenina está entrenada para saber cuales son sus prioridades cuando se trata con animales. Podía haber hecho lo que su feminismo le aconsejaba: marcharse de la reunión dando un portazo y dejando con un palmo de narices al déspota y machista presidente turco. Prefirió ocupar un segundo plano para hacer y decir lo que tenía que hacer y decir, y para dejar en el más absoluto de los ridículos a su colega Michel que, cómodamente instalado en un sillón a la altura y medida de su anfitrión, se vio como un pavo real por el tratamiento recibido frente al dispensado a su colega alemana. Seguro que por su cabeza nunca pasó la idea de levantarse y exigir un tercer sillón para Von der Leyen y, así, remediar el desprecio y dejar en el más absoluto de los ridículos al presidente que solo tenía dos sillones. No se le ocurrió semejante idea porque por mucho que ahora ande diciendo, ha demostrado que su cabeza y sus neuronas son de la misma naturaleza y funcionan de la misma forma que la cabeza y las neuronas de Erdogan; eso sí, con más elegancia, más finura y más savoir faire.
Si le damos la vuelta a la situación y la cosa hubiera transcurrido al revés, esto es, que el sillón hubiera sido para la alemana y el sofá para el belga, estoy seguro de que Von der Leyen no hubiera aceptado la situación y hubiera exigido la aparición de otro sillón que permitiera que Michel hubiera estado en la reunión con el mismo protocolo que el resto.
A Von der Leyen no le permitieron estar a la altura de los dos hombres porque Erdogan considera que una mujer no puede estar al mismo nivel que los hombres en una visita oficial. No digo nada del trato que recibirán las mujeres en Turquía cuando no estén de visita oficial sino de ciudadanas de segunda clase. A Michel le pusieron a la altura del dictador y por eso, porque Michel no reaccionó ante la agresión a una mujer, el Presidente del Consejo Europeo tienen la obligación de dimitir sin esperar ni un minuto más.
En la foto de la reunión con el presidente turco, Erdogan aparece como es, como un machista despreciable. Michel aparece como lo que es, como un machista camuflado. Ursula von der Leyen es la que mejor queda, como una mujer que parece decirle a los dos: "No ofende quien quiere sino quien puede".
Y todo eso, ¿para qué? Para que Erdogan, quitándonos un sillón nos quite, también, los inmigrantes que quieren llegar a la libertad. ¿Y así queremos que los jóvenes crean en la Unión Europea?
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