Reserva Flamenca

El día que Jerez sirvió a Isabel II

  • Repasamos con algunos miembros del Ballet Albarizuela aquella actuación en Sevilla, una cita que estuvieron preparando durante mes y medio y a la que acudieron 19 integrantes

Isabel II, saludando a los miembros del Ballet Albarizuela.

Isabel II, saludando a los miembros del Ballet Albarizuela.

El 20 de octubre de 1988, hace ahora 34 años, la Reina Isabel II visitó España por primera y única vez. Madrid, Barcelona y Sevilla fueron las ciudades que pisó durante aquel viaje oficial. Sin embargo, Jerez estuvo muy presente en aquella visita, sobre todo durante su estancia en Sevilla.

¿Jerez? Sí, cosas del destino la ciudad acaparó un protagonismo excelso en aquella ocasión, pues durante su recepción en la capital hispalense, consiguió convertirse, de una forma u otra, en protagonista. Primero por la presencia de una representación de la Real Escuela Andaluza de Arte Ecuestre, en segundo lugar porque el catering de aquel almuerzo en los Reales Alcázares fue el jerezano Alfonso Rodríguez, y en tercer lugar por la actuación en directo del Ballet Albarizuela.

Esta institución, iniciada por Fernando Belmonte y Paco del Río en 1980, la formaba un grupo de jóvenes bailaores y bailaoras, mayoritariamente de Jerez aunque también había algunos de la provincia, que había adquirido especial popularidad durante los primeros años de la década debido a su irrupción en el entonces mediático programa infantil de Televisión Española ‘Dabadabadá’.

Por esta misma razón, Fernando Belmonte recibió la llamada de la Casa Real un mes y medio antes de aquella visita para invitarles a participar en la recepción de Isabel II en Sevilla. “Nos llamaron para que preparáramos un número, no demasiado largo, y en el que hubiese variedad”, explica el propio Fernando Belmonte.

Sevillanas boleras, zapateado, tanguillos, tientos y alegrías componían el programa

Así pues, a la ya de por sí estricta semana diaria de ensayos de este ballet, se sumó entonces un mes realmente intenso, tal y como recuerdan muchos de sus integrantes, a lo que hubo que añadir “un curso de protocolo, porque vinieron unas personas para explicarnos cómo teníamos que saludar y cosas así”, recuerda Antonio Granjero, uno de los bailaores jerezanos.

Los miembros del ballet tuvieron que facilitar también “todos nuestros datos y los de nuestra familia, por aquello de que no hubiera ningún antecedente. Recuerdo que para eso también recibimos a gente de seguridad”, asegura Eva Ruiz-Berdejo, una de las bailaoras.

A toda esta compleja previa, se le añadió también que en aquel momento Joaquín Grilo, el mayor de todos y con una gran proyección, “estaba haciendo el servicio militar, así que tuvieron que hacer bastante papeleo para que pudieran darle el permiso”, confiesa Antonio Granjero.

Fernando Belmonte, hombre de gran experiencia y acostumbrado a la disciplina de los grandes ballets, preparó para la ocasión “un número diverso, quería hacer un recorrido por el baile y la danza española, y por supuesto el flamenco, aunque siempre muy pendiente de que no fuera excesivamente largo porque es lo primero que nos exigían. No querían que durase más de 30 o 40 minutos”.

El Ballet Albarizuela acudió entonces a Sevilla en medio de grandes medidas de seguridad. “No nos dejaban movernos, y claro, nosotros éramos todos muy jóvenes, imagínate”, recalca Miguel Téllez, otro de los bailaores, “pero al menos pudimos ensayar algo antes de empezar, porque aunque estábamos acostumbrados a bailar en público, aquello era algo especial”.

Sus apariciones en televisión y sus salidas al extranjero eran continuas, de hecho, un año antes de esta actuación, Belmonte y Del Río se llevaron a 15 de sus alumnos a Japón, donde estuvieron mes y medio.

La Reina Doña Sofía, con Eva Ruiz-Berdejo y Nuria Figueroa. La Reina Doña Sofía, con Eva Ruiz-Berdejo y Nuria Figueroa.

La Reina Doña Sofía, con Eva Ruiz-Berdejo y Nuria Figueroa.

Por fin, el patio de las Doncellas de los Reales Alcázares de Sevilla sirvió como escenario para todos los integrantes del grupo, que arropados por Fernando Belmonte, Paco del Río y la manager Mona Ratib (que también fue representante de Antonio 'El Bailarín), comenzaron su número. “Había cinco tarimas repartidas por el patio”, destaca Fernando Belmonte, y nos pidieron que no hiciéramos mucho ruido al taconear porque a la Reina Isabel II le molestaba. Imagínate a Joaquín Grilo, con la fuerza que tenía, intentando no golpear demasiado fuerte la tarima”, recuerda Belmonte.

Sevillanas boleras, zapateado, tanguillos, tientos y alegrías compusieron el programa de aquella función, para la que el grupo contó “con un vestuario especial, se hizo expresamente para ello”, relata Paco del Río.

Mientras el ballet actuaba, el propio Rey Juan Carlos explicaba, tal y como se recoge en muchas crónicas e imágenes de la época, algunos de los bailes y los cantes a Isabel II. Es más, cuenta Eva Ruiz-Berdejo que “hubo un momento en el que el Rey Don Juan Carlos se asomó a uno de los balcones, mientras nosotros esperábamos para saludar y se puso a tocar las palmas y decir ole. Aquello nos hizo mucha gracia”.

Aunque el Ballet, a lo largo de su más de quince años de vida, tuvo infinidad de miembros, en aquella ocasión actuaron nombres como Joaquín Grilo, Antonio Granjero, Miguel Téllez, Faustino Ruiz, Rafael Cancelo, Nuria Figueroa, Susana Morlán, Carolina Grajales, Nuria Fernández, Gabriela Domecq, Patricia de la Rosa, Mercedes Sánchez, Eva Ruiz-Berdejo y Verónica Picardo como bailarines/as; Pascual de Lorca y Javier Domínguez como guitarristas y Diego Vargas y el desaparecido José María Tordesillas como cantaores.

Aquel ballet, como reconoce Miguel Téllez “no era un ballet normal. Fernando Belmonte tenía ojo clínico para ver dónde había talento e incorporaba a la gente”. Además, “aprendíamos mucho porque aunque éramos un ballet infantil, hacíamos cosas de ballet de adultos y a lo mejor a la semana ensayábamos un día flamenco otro escuela bolera, y otro clásico español y folcklore, algo que hoy día es impensable”.

Todos recuerdan aquel momento como algo “inolvidable”, desde el propio Fernando Belmonte hasta Paco del Río y por supuesto todos los integrantes de la compañía. Sobre todo destacan el momento, inmortalizado por los fotógrafos, en el que laReina Isabel II y su marido el Duque de Edimburgo, y la Reina Sofía saludaron a cada uno de ellos. “Había que hacer una reverencia, y yo creo que lo hicimos bien, porque no veas la de veces que tuvimos que ensayarlo”, reconoce Pascual de Lorca.

Miguel Tellez recuerda que “el Duque de Edimburgo se paró delante de mí y me preguntó que desde cuando bailaba, le dije que desde los 11 años. Yo entonces tenía 15 años”, recalca. Todos pasaron menos el Rey Juan Carlos “que llegó tarde y al final nos saludó de pasada porque la comitiva se iba”, continúa.

Aquella aparición ‘real’ no fue la única, ya que en años posteriores también “bailamos en Marruecos ante el Rey Hassan II y una vez en Suiza en casa de los Tyssen”, asegura Antonio Granjero. “La gente de protocolo de las casas reales nos valoraba mucho, sobre todo porque Fernando era una persona muy seria, y eso era importante para ellos”.

Su presencia en esta recepción provocó además que al día siguiente el Ballet Albarizuela fuese invitado a Madrid para participar en el programa matinal que por entonces dirigía en Televisión Española Jesús Hermida, ‘Por la mañana’. “Nos llamaron y viajamos todos, y allí hicimos también una función, aunque no tuvo nada que ver con lo que habíamos hecho ante la Reina”, cuenta Fernando Belmonte.

Sin embargo, no todos fueron elogios pues, tal y como relatan muchos de los protagonistas, “algunas de las crónicas de los periódicos de entonces hablaban de flamenco light o de cosas así. Entiendo que era también porque para las escuelas y academias de Sevilla que a un acto como aquel fuera un ballet de Jerez, les chocaba”, explica Fernando Belmonte.

Hoy, 34 años después y coinciendo con el fallecimiento de Isabel II de Inglaterra, los integrantes del Ballet recuerdan con orgullo aquella cita, que guardan en su retina como si fuese ayer. Porque de alguna forma aquella institución marcó su vida por completo, ya no sólo en lo artístico sino en lo personal.

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